Domingo 10 Septiembre
XXIII del T.O.
3° del salterio
Co13,12-17 / Sal
150 / Lc 6,27-38
Nª Sra. de
Maravillas; Nicolás;
Btos. Alfonso
y Alonso; Btos.
Francisco Gárate y
Jacinto Orfanell
Lucas 6,27-38
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis solo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien solo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Y si prestáis solo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros».
El mundo se transforma desde el corazón
Jesús nos ofrece la clave para la transformación del mundo: no reside tanto en el cambio de estructuras, cuanto en el cambio del corazón de las personas. El mundo se transforma cambiando a las personas. Jesús nos propone el amor que vence al odio; la mansedumbre que vence a la injuria; la aceptación de la ofensa que vence a la humillación; la renuncia a lo propio que vence al robo. «Haced el bien, comprended, sed compasivos». En una palabra: «humanizaos», «llenaos de vida». Pero esta es una tarea que no está solo en nuestras manos y que no solo depende de nosotros. Necesitamos la fuerza de lo Alto. Quizás algunos piensen que es tarea imposible. Y lo es, si no abrimos nuestro corazón al Padre celestial, si no somos compasivos como Él, si no nos llenamos del Espíritu.