jueves, 14 de septiembre de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL MIÉRCOLES 13/09/2017

Miércoles 13 Septiembre
4º del salterio
Is 50,5-9a /Sal 114
 /Sant2,14-18/Mc 
8,27-35




Juan Crisóstomo;
Nª Sra. de Valvanera; 
Materno; Tobías
y Tobit


PALABRA:
Isaías 50, 5-9a
El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado. Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteara contra mí? Comparezcamos juntos. ¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque. Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?







Salmo 114
Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida.






Santiago 2,14-18
¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es que esa fe lo podrá salvar? Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos del alimento diario, y que uno de vosotros les dice: «Dios os ampare; abrigaos y llenaos el estómago», y no les dais lo necesario para el cuerpo; ¿de qué sirve? Esto pasa con la fe: si no tiene obras, por sí sola está muerta. Alguno dirá: «Tú tienes fe, y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras, y yo, por las obras, te probaré mi fe».


Marcos 8,27-35
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino, preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos le contestaron: «Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?». Pedro le contestó: «Tú eres el Mesías». Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y empezó a instruirlos: «El Hijo de el hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días». Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!». Después llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará».


El problema es la coherencia
Hoy, de nuevo, Jesús se acerca a cada uno de nosotros para preguntarnos: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». ¿Cómo me veis? ¿Qué pensáis de mí? ¿Me conocéis lo suficiente para seguir mis pasos, para entregar vuestras vidas? De nuestros labios y de nuestro corazón ha de brotar una respuesta clara, diáfana: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios». Pero el gran problema no está en la «confesión» personal, en la «proclamación» de Jesucristo como nuestro Salvador. El gran problema, como le ocurrió a Pedro, vendrá después: reconoce la mesianidad de Jesús pero intenta apartarlo de su misión mesiánica. Igual nos puede ocurrir a nosotros: proclamamos al Señor Jesús como Maestro, nos sentimos discípulos suyos, pero a la hora de seguir sus pasos nos alejamos de Él, escogemos otros caminos.


Señor, la proclamación de tu reino y la aclamación de tu Persona, exige también la coherencia de seguir tus pasos, de abrirnos a tu Palabra, de tomar tu cruz y seguirte. Haznos coherentes, Señor, en esta hora, con las exigencias de nuestra vida cristiana.



                 



miércoles, 13 de septiembre de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL MARTES 12/09/2017


Martes 12 Septiembre
XXIII del TO.
3° del salterio
1Tim 1,15-17/Sal
112/ Lc 6,43-49





Stmo. Nombre de
María, m.I.
N' Sra. del Henar;
de Fuensanta; Dulce
María; Guido; Sara;
Siro; Macedonio

PALABRA:
Lucas 6,43-49
En aquel tiempo, decía Jesús a sus discípulos: «No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la mald,ad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca. ¿Por qué me llamáis "Señor, Señor", y no hacéis lo que digo? El que se acerca a mí; escucha mis palabras y las pone por obra, os voy a decir a quién se parece: se parece a uno que edificaba una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo tambalearla, porque estaba sólidamente construida. El que escucha y no pone por obra se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; arremetió contra ella el río, y enseguida se derrumbó y quedó hecha una gran ruina».

Suplicar con nuestras obras
Jesús pone el acento en nuestras obras. Se librará siempre en nuestro corazón esa difícil batalla de los «sentimientos y de las acciones», entre «lo que pensamos y hacemos». Alguien decía con frecuencia err sus meditaciones esta frase: «Es fácil la piedad sensible, rehuimos la piedad sacrificada». Nos emocionamos sin mover un dedo. Es fácil invocar y pedir lo que necesitamos, es difícil realizar lo que pedimos. Es fácil dirigirnos a Dios, es difícil hacer lo que Dios nos dice, lo que espera de nosotros. Hoy es un día muy hermoso para dirigir nuestra mirada a la Santísima Virgen, llamándola por su nombre —hoy, fiesta del Santísimo Nombre de María—, abrirle nuestro corazón, presentarle todo lo que necesitamos y pedirle su intercesión ante el Hijo, para que nos «alfombre de gracias y de dones» nuestro caminar por los senderos de la historia.


Señora y Madre nuestra, te felicitamos por tu nombre, que sabe en nuestros labios a amor, a confianza, a sonrisa en nuestros semblantes, tantas veces ensombrecidos por las dificultades y problemas de la vida. ¡Felicidades, María!








cultivarseescrecer Chanel