viernes, 29 de septiembre de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL JUEVES 28/09/2017 VÍSPERA DE SAN RAFAEL (ÌNLÉ)


Jueves 28 Septiembre
XXVI del 1:0.
2° del salterio
Zac 8,1-8 /Sal 107 / 
Lc 9,46-50









S. Wenceslao / S. 
Lorenzo Ruiz y 
comp., m.l. 
Adolfo y Juan; 
Antonino; Simón de 
Rojas; Bernardino

PALABRA:
Lucas 9,46-50
En aquel tiempo, los discípulos se pusieron a discutir quién era el más importante. Jesús, adivinando 1o que pensaban, cogió de la mano a un niño, lo puso a su lado y les dijo: «El que acoge a este niño en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí, acoge al que me ha enviado. El más pequeño de vosotros es el más importante». Juan tomó la palabra y dijo: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir». Jesús le respondió: «No se lo impidáis: el que no está contra vosotros, está a favor vuestro».

El tesoro de la humildad
En el evangelio encontramos varios pasajes en los que se nos habla de la obsesión de aquellos apóstoles: saber quién es el más importante en el reino de los cielos; conocer las claves para ocupar los primeros puestos; encaramarse por encima de los demás. O lo que es lo mismo: el afán humano por sobresalir sobre los demás, por ser más importante que los otros. Suele decirse que la apetencia por ser importante es más fuerte que la apetencia por ser rico. ¡Hasta dónde llega nuestra vanidad y nuestro deseo de poder humano! Ese «endiosamiento» nos persigue siempre y nos abre a luchas encarnizadas. Jesús va inculcando a sus apóstoles el valor de la humildad, porque una persona humilde está siempre abierta a la acogida. La apuesta de Dios es por lo más pequeño, por lo más débil. En una palabra, por el que más lo necesita.

Señor, ojalá aprendamos bien la lección de la humildad. La escala de valores no está en el poder sino en el amor y en la entrega. Todo poder avasalla siempre, y quiere saltar por encima de un prójimo al que se utiliza y se humilla. La imagen del niño enternece nuestro corazón.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                    
                






jueves, 28 de septiembre de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL MIÉRCOLES 27/09/2017



Miércoles 27 Septiembre
2° del salterio 
Núm 11,25-29 / Sal 
18 / Sant 5,1-6 / Mc 
9,38-43.45.47-48 







Vicente de Paúl; 
Florentino; Hilarlo; 
Leoncio; Marcos; 
Terencio 


PALABRA:
Números 11, 25-29
En aquellos días, el Señor bajó en la nube, habló con Moisés y, apartando algo del Espíritu que poseía, se lo pasó a los setenta ancianos. Al posarse sobre ellos el Espíritu, se pusieron a profetizar enseguida. Habían quedado en el campamento dos del grupo, llamados Eldad y Medad. Aunque estaban en la lista, no habían acudido a la tienda. Pero el Espíritu se posó sobre ellos, y se pusieron a profetizar en el campamento. Un muchacho corrió a contárselo a Moisés: «Eldad y Medad están profetizando en el campamento». Josué, hijo de Nun, ayudante de Moisés desde joven, intervino: «Señor mío, Moisés, prohíbeselo». Moisés le respondió: «¿Estás celoso de mí? ¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el Espíritu del Señor!».






Salmo 18
Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón.








Santiago 5,1-6
Ahora, vosotros, los ricos, llorad y lamentaos por las desgracias que os han tocado. Vuestra riqueza está corrompida y vuestros vestidos están apolillados. Vuestro oro y vuestra plata están herrumbrados, y esa herrumbre será un testimonio contra vosotros y devorará vuestra carne como el fuego. ¡Habéis amontonado riqueza, precisamente ahora, en el tiempo final! El jornal defraudado a los obreros que han cosechado vuestros campos está clamando contra vosotros; y los gritos de los segadores han llegado hasta el oído del Señor de los ejércitos. Habéis vivido en este mundo con lujo y entregados al placer. Os habéis cebado para el día de la matanza. Condenasteis y matasteis al justo; él no os resiste.


Marcos 9,38-43.45.47-48
En aquel tiempo, dijo Juan a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros». Jesús respondió: «No se lo impidáis; porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Y, además, el que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no,se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en.el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al infierno, al fuego que no se apaga. Y, si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies al infierno. Y, si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga».

El cristiano no es alguien que cierra puertas
Jesús no quiere como discípulos a gente que cierra puertas, a intolerantes, a intransigentes que, además, se consideran privilegiados. Y menos, a gente excluyente, que elimina, que deja fuera, que expulsa de su lado a otras personas. Todo el que hace el bien, todo el que libera a otras personas de sufrimientos, opresiones y fuerza de muerte, esté en el grupo que esté, tenga las creencias que tenga, merece nuestro respeto, nuestra aceptación. Asimismo, Jesús se muestra muy duro con los que dañan, con los que causan mal a los débiles, a los indefensos. Con todos los que «escandalizan», como causantes de que otros se internen en los campos de la maldad.


Señor, que seamos siempre sembradores de bien, constructores de paz, compartiendo los mejores paisajes y las mejores actitudes. Que no «dañemos» ni seamos causantes de que otros «dañen». Que no abramos a nadie las sendas del mal, que no «escandalicemos» a tantos débiles como esperan de nosotros horizontes de bien.



                







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