Martes 10 Octubre
XXVII del TO.
3° del salterio
114,12-21 / Sa196 /
Lc 11,27-28
Sto. Tomás de
Villanueva, m.I.
Paulino de York;
Casio y Florencio;
Daniel Comboni;
Bta. Catalina
Irigoyen
Lucas 11,27-28
En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a las gentes, una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo: «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron». Pero él repuso: «Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».
La alabanza se convierte en reto
Cristo acepta la alabanza y la convierte en reto. Así deberá ocurrir con frecuencia en nuestras vidas: no quedarnos en las cualidades, sino utilizarlas para nuestra realización personal; no admirar solamente, sino imitar fielmente; no poner el encanto en la sonoridad de las palabras, sino en la eficacia de las obras. Cristo nos pide que pasemos de los afectos a los hechos; que vayamos a lo esencial: realizar el proyecto de Dios sobre cada uno de nosotros. Ahí está la clave: cumplir lo que Dios nos pide, lo que Dios quiere. Por eso, Cristo convierte la alabanza recibida en un reto que nos obliga a transformar la admiración y la contemplación en frutos palpables. Porque «siempre es fácil la piedad sensible, pero rehuimos la piedad sacrificada».
Señor, haznos dóciles a tu palabra y fieles a nuestra tarea; cumplidores de nuestro deber de cada jornada. Admirar puede resultar fácil y halagador, pero Tú no has venido al mundo solo para que te admiremos, sino para que te imitemos con todas nuestras fuerzas, para que te amemos con todo el corazón.