Viernes 13 Octubre
XXVIII del T.O.
4° del salterio
Rom 1,16-25/Sal
18 / Lc 11,37-41
Eduardo el Confesor;
Geraldo de Aurillac;
Teófilo de Antioquía
PALABRA:
Lucas 11,37-41
En aquel tiempo, cuando Jesús terminó de hablar, un fariseo lo invitó a comer a su casa. Él entró y se puso a la mesa. Como el fariseo se sorprendió al ver que no se lavaba las manos antes de comer, el Señor le dijo: «Vosotros, los fariseos, limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro rebosáis de robos y maldades. ¡Necios! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? Dad limosna de lo de dentro, y lo tendréis limpio todo».
Jesús come con todos
Impresiona el hermoso gesto de Jesús, aceptando la invitación del fariseo para que comiera en su casa. Con frecuencia, acaso sin darnos cuenta, tendemos a rechazar a los que no son de nuestro agrado, a los que no piensan como nosotros, a los que no comparten nuestras creencias. ¡Y no digamos a los que están sumidos en las desgracias o en situaciones de flagrantes ¡legalidades! Debería de ser lo contrario. Jesús nos enseña «a comer con los pecadores oficiales», con los marginados, con los que profesan o defienden otras ideologías o creencias. Y de paso, nos advierte que la pureza no depende de lo externo, sino que anida en lo más profundo de nuestro corazón.
El amor se mide por la capacidad de tener detalles: con Dios, con la Virgen y con los demás. Sobre todo, si los demás necesitan nuestros latidos con urgencia.