Viernes 11 Noviembre
XXXII del TO.
4° del salterio
Sab6,1-11/5a181/
Lc17,11-19
San Martín de
Tours, m.o.
Bartolomé el Joven;
Teodoro Estudita
Lucas 17,11-19
Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros». Al verlos, les dijo: «Id a presentaros a los sacerdotes». Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Este era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?». Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado».
Nosotros, los leprosos
La escena nos invita a que también nosotros formemos parte de ella como leprosos. Nosotros, los leprosos de esta hora, con la piel del alma tantas veces cubierta de llagas. La lepra de la falsedad, del escándalo, del desamor. ¡Tantas lepras como cubren nuestra vida! Jesús se vuelca con los enfermos, centra su actividad en los pobres, en los necesitados, en la gente marginada. En el caso de la lepra, la bondad de Jesús se acentúa. Aquellos leprosos, rechazados por la sociedad, encuentran acogida en Jesús, y descubren en Él bondad, respeto, tolerancia y afecto. Pero el evangelio destaca en este pasaje, además de la curación de los leprosos, su ingratitud. Solo uno de ellos vuelve alabando a Dios, a grandes gritos. Acaso por egoísmo, por falta de reflexión, con frecuencia, no somos agradecidos, ni al Señor ni al prójimo. Agradecer es em prender caminos nuevos.
Señor, limpia nuestras lepras: la falta de amor, la ingratitud con nuestro prójimo, la falta de verdad y de entrega a nuestros ideales. Y haz que emprendamos la ruta del agradecimiento, es decir, de percibir siempre el bien que recibimos.