Lunes 13 Noviembre
XXXII del T.O.
4a del salterio
Sab 13,1-9/Sal
18/ Lo 17,26-37
S. Leandro, m.l.
Diego de Alcalá;
Estanislao de Kostka;
Nicolás I; Abbón de
Fleury; Homobono
Lucas 17,26-37
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían y se casaban, hasta el día que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos. Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos. Así sucederá el día que se manifieste el Hijo del hombre. Aquel día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en casa, que no baje por ellas; si uno está en el campo, que no vuelva. Acordaos de la mujer de Lot. El que pretenda guardarse su vida la perderá; y el que la pierda la recobrará. Os digo esto: aquella noche estarán dos en una cama: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán». Ellos le preguntáron: «¿Dónde, Señor?». Él contestó: «Donde se reúnen los buitres, allí está el cuerpo».
Pero su Palabra no pasará jamás
El lenguaje 'apocalíptico nos sobrecoge siempre. Cristo se acerca a nosotros para decirnos al oído: «Todo irá pasando, y en el transcurrir de vuestro tiempo, Dios tiene la última palabra. Estad atentos a esa palabra, que será siempre de vida, de luz, de salvación». Debemos estar preparados para el momento en que la hora de Dios se haga presente en nuestro tiempo. Puede ser hoy, puede ser de aquí a mil años. Lo que da seguridad no es saber la hora del fin del mundo, sino la certeza de la presencia de la palabra de Jesús presente en la vida. El mundo pasará, pero su palabra no pasará jamás. Y así, sentiremos que Dios nos acompaña. Y está siempre de nuestra parte.