Jueves 07 Diciembre
II de Adviento
2º del salterio
Is 35, 1-10/Sal 84/
Lc 5,17-26
S. Ambrosio, m.o.
Mª Josefa Roselló;
Eutiquiano
PALABRA:
Lucas 5,17-26
Un día estaba Jesús enseñando, y estaban sentados unos fariseos y maestros de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén. Y el poder del Señor lo impulsaba a curar. Llegaron unos hombres que traían en una camilla a un paralítico y trataban de introducirlo para colocarlo delante de él. No encontrando por donde introducirlo, a causa del gentío, subieron a la azotea y, separando las losetas, lo descolgaron con la camilla hasta el centro, delante de Jesús.. Él, viendo la fe que tenían, dijo: «Hombre, tus pecados están perdonados». Los escribas y los fariseos se pusieron a pensar: «¿Quién es este que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados más que Dios?». Pero Jesús, leyendo sus pensamientos, les replicó: «¿Qué pensáis en vuestro interior? ¿Qué es más fácil: decir "tus pecados quedan perdonados", o decir "levántate y anda"? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados —dijo al paralítico—: A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa». Él, levantándose al punto, a la vista de ellos, tomó la camilla donde estaba tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios. Todos quedaron asombrados, y daban gloria a Dios, diciendo llenos de temor: «Hoy hemos visto cosas admirables».
«Levántate y anda»
Todos somos paralíticos. Alguna zona de nuestro ser, algún ámbito de nuestra persona ha quedado a oscuras o paralizado. Y necesitamos una persona amiga que nos tome en brazos o nos coloque en la camilla para llevarnos al Maestro. ¡Qué gran misión la de los camilleros! De ellos dependen nuestros encuentros. Todos también debemos ser camilleros, atentos a los paralíticos que nos esperan. El Maestro hará lo demás. Escucharemos de sus labios una hermosa invitación con aire de mandato: «Levántate y anda». No lo dudemos, porque Él nos da la fuerza de su gracia. El paralítico del evangelio se marchó rápido a «vivir con alegría» el milagro, dando gloria a Dios. No se paró a hablar sino que empezó a caminar de nuevo.