Domingo 10 Diciembre
II de Adviento
2° del salterio
Is 41,13-20 /Sal
144 / Mt 11,11-15
Sta. Eulalia de
Mérida, m.l.
Na. Sra. de Loreto;
Melquíades;
Behnam y Sara;
Gregorio III
Mateo 11,11-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él. Desde los días de Juan, el Bautista, hasta ahora, se hace violencia contra el reino de Dios, y gente violenta quiere arrebatárselo. Los profetas y la Ley han profetizado hasta que vino Juan; él es Elías, el que tenía que venir, con tal que queráis admitirlo. El que tenga oídos que escuche».
En este tiempo de Adviento nos acompaña Juan el Bautista, que recibe el hermoso piropo de Jesús: «No ha nacido de mujer nadie mayor que él». Jesús añade enseguida: «Pero el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él». No se trata de un juego de palabras. Cristo subraya la verdadera razón de nuestra grandeza: estar con Dios, pertenecer a su reino, seguir sus huellas, recorrer sus caminos. En la vida, buscamos siempre los títulos, pero el mejor de todos, sin duda, es el de nuestra «filiación divina»: hijos de Dios y herederos de su reino. Por eso, en otro momento, el Señor nos dirá que esa ha de ser la gran búsqueda, la de su reino. Lo demás, se nos irá dando por añadidura. Lo demás, llegará en su momento, a veces cuando menos lo esperamos. «Dios siempre es un imprevisto», nos decía con frecuencia, en Córdoba, monseñor Javier Martínez.
Señor, haz que busquemos siempre tu reino, es decir: la verdad, el amor, la justicia y la libertad. Tu Vicario en la tierra, san Juan XXIII, proclamó que son los pilares del mundo y de la sociedad.