III de Adviento
3° del salterio
Núm 24,2-7.15-17a
/Sal 24 / Mt
21,23-27
S. Juan de la
Cruz, m.o.
Venancio Fortunato;
Buenaventura de
Pistola
Mateo 21,23-27
En aquel tiempo, Jesús fue al templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?». Jesús les replicó: «Os voy a hacer yo también una pregunta; si me la contestáis os diré yo también con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿de dónde venía, del cielo o de los hombres?». Ellos se pusieron a deliberar: «Si decimos "del cielo", nos dirá, "¿por qué no le habéis creído?". Si le decimos "de los hombres", tememos a la gente; porque todos tienen a Juan por profeta». Y respondieron a Jesús: «No sabemos». Él, por su parte, les dijo: «Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto».
Aceptar con aire cristiano las polémicas
El evangelista escoge uno de los pasajes pertenecientes a los diálogos polémicos. La polémica invade muchas tertulias, muchos encuentros. Se plantea un tema, surgen opiniones encontradas, en muchas cuestiones de la vida pero, sobre todo, en las cuestiones religiosas. Conviene que estemos preparados para no caer en la trampa. ¡Cuántas preguntas capciosas, con aire de zancadilla! ¡Cuántas medias verdades en los planteamientos! ¡Cuántos datos que son manipulados! Hemos de saber que todos los temas que se plantean admiten muchos puntos de vista, dependiendo del lugar desde el que se miren y se traten. Cristo, en este pasaje, plantea las reglas de juego para una buena polémica. «Vamos a ver, ¿estamos todos dispuestos a contestar? ¿O solo me toca a mí hacerlo?». Cuidemos el estado de la cuestión, la intencionalidad de las preguntas y de las respuestas.
Señor, ayúdanos a poner siempre en nuestras palabras la luminosidad de tu presencia, los dones divinos que nos harán acertar en nuestras preguntas y respuestas.