Viernes 22 Diciembre
IV de Adviento.
Oficio del día
15am 1,24-28/
Sal 1Sam 2,1-8 /Lc
1,46-56
Francisca-Javier
Cabrini; Honorato;
Lía
Lucas 1,46-56
En aquel tiempo, María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes; a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia —como lo había prometido a nuestros padres— en favor de Abrahán y su descendencia para siempre». María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.
La espiritualidad de María
Hoy, el evangelio nos presenta a nuestra consideración el Magníficat, que María, llena de gracia, entonó en casa de su prima Isabel, madre de Juan el Bautista. Cada día, la liturgia de la Iglesia hace suyas las palabras de la Virgen en la Liturgia de las Horas, •cuando, rezando las Vísperas, dirige hacia el cielo aquel mismo canto con que María se alegraba, bendecía y daba gracias a Dios por todas sus bondades. Bien podemos decir que en esta visión de la vida y de la historia se concentra la espiritualidad de María: se fija en la misericordia del Señor que alcanza a todas las generaciones; contempla la historia humana, en la que ve cómo actúa el Señor: dispersando a los hombres de corazón orgulloso, derribando a los poderosos, levantando a los humildes y excluidos de la vida, colmando de bienes a los que lo pasan mal y despidiendo, a los ricos con las manos vacías. El Magníficat nos ofrece un mundo nuevo, atrayente, fraternal, participativo y justo para todos.
Señora y Madre nuestra, María, haz que aprendamos y recitemos con el corazón tu hermosa plegaria y coloquemos en el centro de nuestras vidas tu espiritualidad de plena confianza en Dios, nuestro Padre.