sábado, 23 de diciembre de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL VIERNES 22/12/2017




Viernes 22 Diciembre
IV de Adviento.
Oficio del día
15am 1,24-28/
Sal 1Sam 2,1-8 /Lc
1,46-56






Francisca-Javier
Cabrini; Honorato;
Lía

PALABRA:
Lucas 1,46-56
En aquel tiempo, María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes; a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia —como lo había prometido a nuestros padres— en favor de Abrahán y su descendencia para siempre». María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.



La espiritualidad de María
Hoy, el evangelio nos presenta a nuestra consideración el Magníficat, que María, llena de gracia, entonó en casa de su prima Isabel, madre de Juan el Bautista. Cada día, la liturgia de la Iglesia hace suyas las palabras de la Virgen en la Liturgia de las Horas, •cuando, rezando las Vísperas, dirige hacia el cielo aquel mismo canto con que María se alegraba, bendecía y daba gracias a Dios por todas sus bondades. Bien podemos decir que en esta visión de la vida y de la historia se concentra la espiritualidad de María: se fija en la misericordia del Señor que alcanza a todas las generaciones; contempla la historia humana, en la que ve cómo actúa el Señor: dispersando a los hombres de corazón orgulloso, derribando a los poderosos, levantando a los humildes y excluidos de la vida, colmando de bienes a los que lo pasan mal y despidiendo, a los ricos con las manos vacías. El Magníficat nos ofrece un mundo nuevo, atrayente, fraternal, participativo y justo para todos.




Señora y Madre nuestra, María, haz que aprendamos y recitemos con el corazón tu hermosa plegaria y coloquemos en el centro de nuestras vidas tu espiritualidad de plena confianza en Dios, nuestro Padre.







                   


viernes, 22 de diciembre de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL JUEVES 21/12/2017

Jueves 21 Diciembre
IV de Adviento.
Oficio del día
Cant 2,8-14 (o bien:
Sof 3,14-18a)/ Sal
32 / Lc 1,39-45




S. Pedro Canisio,
m.I.
Severino; Bruno;
Queremón; Marcelo;
Glicerio

PALABRA:
Lucas 1,39-45
Unos días después, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre! Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá».


Encuentro de dos mujeres
El evangelio de Lucas relata el encuentro de dos mujeres embarazadas: Isabel y María. ¡Qué bellas lecciones para nosotros! María, tras el anuncio del ángel, se pone en camino aprisa, con decisión, poniendo su vida al servicio de su Hijo. Isabel no puede contener su sorpresa y bendice a María, con unas hermosas palabras que forman parte del rezo del avemaría: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre». A Isabel lo que más le sorprende es la actitud de María. No la visita para mostrarle su dignidad de Madre del Mesías, no llega para ser servida sino para servir. Gozo en el alma y en el rostro de Isabel, y en el niño que salta de alegría dentro de sus entrañas. Isabel y María se funden en un abrazo de fe, de ilusión y de alegría. Hemos de estar convencidos de que Dios puede suscitar siempre mujeres creyentes, llenas de espíritu profético, que contagian alegría y dan a la Iglesia un rostro humano. Mujeres que nos enseñan a seguir a Jesús con más pasión y fidelidad.





Señor, te pedimos hoy que sepamos recorrer los caminos de la tierra como tu Madre, María, porque un cristiano lleva siempre consigo dos dimensiones de la fe: la unión con Dios y el servicio a los hermanos.





                
























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