Salterio 3' Semana. Tomo lll Tiempo Ordinario/3°
Sábado (ML) 27 Enero
Santos ANGELA DE MÉRICI vg,
Henrique de Ossó pb, Julián mr, Mario ab
Papa Francisco: La Palabra de Dios es semilla y se siembra. Y Jesús nos dijo lo que sucede «ni la semilla. Algunas caen a lo largo del camino, vienen los pájaros y las comen. Esto sucede cuando no se custodia la Palabra. Significa que ciertos corazones no saben recibirla. Sucede también que otras semillas caen en una tierra con muchas piedras y la semilla no logra echar raíces y muere,es decir cuando no somos capaces de custodiarla porque no somos constantes; y cuando llega una tribulación nos olvidamos de ella.
Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago. «Escuchad: Salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso,donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó enseguida, pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otro poco cayó entre zarzas; las zarzas crecieron, lo ahogaron, y no dio grano.El resto cayó en tierra buena: nació, creció y dio grano; y la cosecha fué del treinta o del sesenta o del ciento por uno».Y añadió: «El sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero, en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en Ellos. Hay otros que reciben la simiente como terreno pedregoso; a1 escucharla, la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes y, cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumben. Hay otros que reciben la simiente entre zarzas; estos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben la simiente en buena tierra; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno».
2Samuel 7,4-17; Salmo 88,4-5.27-30 • MARCOS 4, 3-8. 14-20
Señor misericordioso, haz de mi alma esa tierra limpia de malezas, que acoja sedienta la semilla de tu palabra y vea cómo germina y crece vigorosa. (Sigue tu oración personal).