Tiempo Pascual/7° Salterio 3° Semana. Tomo II
Jueves 10 Mayo
Santos JUAN DE ÁVILA pb dc, Antonino de Florencia oh,
Job AT, Solongia vg mr
Papa Francisco: La Virgen María nos enseña el significado de vivir en el Espíritu Santo y qué significa acoger la novedad de Dios en nuestra vida. Ella concibió a Jesús por obra del Espíritu, y cada cristiano, cada uno de nosotros, está llamado a acoger la Palabra de Dios, a acoger a Jesús déntro de sí y llevarlo luego a todos. María invocó al Espíritu con los Apóstoles en el Cenáculo: también nosotros, cada vez que nos reunimos en oración estamos sostenidos por la presencia espiritual de la Madre de Jesús, para recibir el don del Espíritu y tener la fuerza de testimoniar a Jesús resucitado. Que María os ayude a e itar atentos a lo que el Señor os pide, y a vivir y caminar siempre según el Espíritu Santo.
PALABRA:
Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora,
glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a los que le confiaste. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo.Yo te he glorificado sobre la tierra, he coronado la obra que me encomendaste.Y ahora, Padre, glorificame cerca de ti, con la gloria que yo tenía cerca de ti, antes que el mundo existiese. He manifestado tu nombre a los hombres que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han _creído que tú me has enviado.Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos que tú me diste, y son tuyos. Sí, todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado.Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti».
ORACIÓN:
Hechos 20,17-27; Salmo 67,10-11.20-21 • JUAN 17,1-11a
JESUCRISTO, acojo sediento la vida eterna que me ofreces, porque, por tu Misericordia, me consideras entre los que el Padre te confió. Y quiero que el programa de mi vida en este mundo sea el que conduce a la vida eterna: conocer mejor a tu Padre y a ti, para amaros más y vivir en comunión con la Trinidad divina. (Sigue tu oración personal).