Tiempo Ordinario/28°Salterio 4° Semana. Tomo IV
Miércoles 10 Octubre
Santos TOMÁS DE VILLANUEVA ob, Daniel Comboni ob,
Telquilda ab, Casio y Florencio mrs
Papa Francisco: Jesús habla a los doctores de la ley que le piden un signo y los define como "generación perversa". ¿Por qué los doctores de la ley pedían un signo extraordinario? Antes que nada, porque estaban cerrados. Estaban cerrados en sus sistemas, habían organizado muy bien la ley, una obra maestra. Ellos no entendían que Dios es el Dios de las sorpresas, que Dios es siempre nuevo; que nunca reniega de sí mismo, que nunca dice que se ha equivocado, nunca, pero nos sorprende siempre. Y ellos no entendían y se encerraban en ese sistema hecho con tanta buena voluntad y le pedían a Jesús: "Pero, ¡haz un signo!". Y no entendían los muchos signos que hacía Jesús y que indicaban que el tiempo estaba maduro. ¡Cerrazón! Segundo, habían olvidado que ellos eran un pueblo en camino. ¡En camino! Y cuando nos encaminamos, cuando uno está en camino, siempre encuentra cosas nuevas, cosas que no conocía. Es el camino hacia la manifestación definitiva del Señor. La vida es un camino hacia la plenitud de Jesucristo, cuando vendrá por segunda vez.
PALABRA:
La gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles: «Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación. Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que los condenen; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. Cuando sea juzgada esta generación, los hombre de Nínive se alzarán y harán que los condenen; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás».
ORACIÓN:
Gálatas 4,22-24.26-27.31-5,1; Salmo 112,1-7 • LUCAS 11,29-3
SEÑOR, ¡qué más signo queremos que tu vida, tu palabra y el entusiasmo que tu paso despertaba entre las buenas gentes sin prejuicios, que esperaban el Mesías prometido! Nos basta ese signo, y las recomendaciones del Padre y de María: "Este es mi Hijo predilecto: ¡Escuchadle!, ¡Haced lo que él os diga!'. A tu Misericordia infinita quiero responder con mi vida. Pero ¿de veras quiero seguirte, cueste lo que cueste? ¿De verdad? Le pido a tu Madre que me lleve de la mano, como a un hijo pequeño, para hacer siempre lo que tú me digas. Y al Padre que me envíe su Espíritu de sabiduría y fortaleza. ¡Y adelante! (Sigue tu oración personal).