Oficio de la fiesta 1s55,1-11/Sal ls 12,2-6/1Jn 5,1-9 / Mc 1,7-11
Martes 8 Enero
Higinio; Paulino de Aquilea; Bta. Ana María Janer;
Bto. Francisco Rogaczewski
Isaías 55,1-11
Así dice el Señor: «Oíd, sedientos todos, acudid por agua, también los que no tenéis dinero: venid, comprad trigo, comed sin pagar vino y leche de balde. ¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta, y el salario en lo que no da hartura? Escuchadme atentos, y comeréis bien, saborearéis platos sustanciosos. Inclinad el oído, venid a mí: escuchadme, y viviréis. Sellaré con vosotros alianza perpetua, la promesa que aseguré a David: a él lo hice mi testigo para los pueblos, caudillo y soberano de naciones; tú llamarás a un pueblo desconocido, un pueblo que no te conocía correrá hacia ti; por el Señor, tu Dios, por el Santo de Israel, que te honra. Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras esté cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad, a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos —oráculo del Señor—. Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes, que vuestros planes. Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo».
Isaías 12, 2-6
Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.
1Juan 5,1-9
Queridos hermanos: Todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y todo el que ama a Dios que da el ser ama también al que ha nacido de él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues en esto consiste el amor a Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados, pues todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. Y lo que ha conseguido la victoria sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Este es el que vino con agua y con sangre: Jesucristo. No solo con agua, sino con agua y con sangre; y el Espíritu es quien da testimonio, porque el Espíritu es la verdad. Porque tres son los testigos: el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres están de acuerdo. Si aceptamos el testimonio humano, más fuerza tiene el testimonio de Dios. Este es el testimonio de Dios, un testimonio acerca de su Hijo.
Marcos 1,7-11
En aquel tiempo, proclamaba Juan: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo». Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto».
«Tú eres mi hijo amado, mi predilecto»
¡Qué hermoso es contemplar la escena del bautismo de Jesús! Ahí le vemos, formando parte de la caravana humana, actitud que el apóstol Pablo condensará en esta frase: «Se hizo uno de tantos y se presentó como un hombre cualquiera». Ahí le vemos, expresando su solidaridad con los pecadores, manifestando su compromiso con la humanidad, que mantendrá hasta entregar su propia vida como muestra de fidelidad y de supremo amor. En ese momento, vio el cielo abierto. Vio al Espíritu que se posaba sobre él. Y oyó la voz de Dios al que sintió como Padre que le quería indeciblemente: «Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto». Y comenzó a hablarnos del Padre como «bondad», «acogida», «amor». Un Padre de ternuras y bondades.