I del T.O.
1ºdel salterio
Heb 2,5-12 / Sal 8 /
Mc 1,21-28
Sábado 12 Enero
Marcos 1,21-28
S. Hilario de
Poitiers, m.l.
Leoncio; Remigio;
Vivencio
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad. Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios». Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él». El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen». Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.
La gente se quedó asombrada
Contemplamos a Jesús enseñando en la sinagoga. La gente se quedó asombrada. ¿Por qué? Porque no enseñaba como los letrados, que repetían las «normas» que habían oído de otros letrados anteriores a ellos. Eran, por tanto, meros repetidores. Porque Jesús enseñaba con autoridad: comunicaba su «propia experiencia». Los letrados imponían dogmas y preceptos; Jesús, en cambio, transmitía su propia vida, con libertad y encanto. La admiración de la gente brota de la verdad y de la vida que transmitía el Señor. Junto a sus enseñanzas, el poder de Jesús sobre el mal, que será una constante en su vida. Libera a hombres y mujeres, atacados por espíritus inmundos.
REFLEXIÓN:
Fascina Jesús con su palabra y enardece con sus obras, con su poder liberador. Cristo nos espera siempre para liberarnos de nuestras esclavitudes, para arrojar esos espíritus inmundos que atenazan y esclavizan nuestra vida. Nos espera siempre para curar nuestras heridas.