II del T.O.
2º del salterio
Heb 6,10-20/Sal
110/Mc 2,23-28
Domingo 20 Enero
Stos. Fabián
y Sebastián;
Fructuoso;
Eulogio y
Augurio, m.I
Eustoquia Calafato;
Eutimio el Grande
Marcos 2,23-28
Un sábado, atravesaba el Señor un sembrado; mientras andaban, los discípulos iban arrancando espigas. Los fariseos le dijeron: «Oye, ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?». Él les respondió: «¿No habéis leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre? Entró en la casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes presentados, que solo pueden comer los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros». Y añadió: «El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del hombre es señor también del sábado».
Jesús defiende a sus discípulos
He aquí una escena sencilla, pero que nos ofrece una gran lección: la religión y sus normas están al servicio del ser humano y no al revés. Jesucristo defiende a sus discípulos; en el pequeño gesto de coger unas espigas para alimentarse, frente a las acusaciones de los observantes fariseos. Los rabinos judíos lo habían prohibido, por su obsesión de hacer extremadamente rigurosa la ley religiosa. ¿Qué buscamos, el espíritu o la letra? ¿Qué buscamos, el fastidio por el fastidio o la mejora del corazón humano? ¿Qué buscamos, la «aversión» o la «conversión»? Impresiona la actitud del Señor: defiende a los débiles, denuncia lo injusto, quiere poner en su sitio la dignidad del ser humano.
Siempre será antirreligioso un comportamiento que aplaste, mortifique, sofoque la vida del hombre, restrinja la libertad, amargue la alegría de vivir, estrangule la espontaneidad.