II del T.O.
2° del salterio
Heb 8,6-13 /Sal 84 / Mc 3,13-19
Miércoles 23 Enero
S. Ildefonso, m.o.
Emerenciana;
Juan el Limosnero
En aquel tiempo, Jesús, mientras subía a la montaña, fue llamando a los que él quiso, y se fueron con él. A doce los hizo sus compañeros, para enviarlos a predicar, con poder para expulsar demonios. Así constituyó el grupo de los Doce: Simón, a quien dio el sobrenombre de Pedro, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, a quienes dio el sobrenombre de Boanerges —Los Truenos—, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Celotes y Judas Iscariote, que lo entregó.
La lista de Cristo
«Llamó a los que quiso» e hizo también su lista, abierta a sus llamadas y a nuestras respuestas. «A doce los hizo sus compañeros», qué bien suenan estas palabras, pero cuánto comprometen. El compromiso de estar con él, de seguir sus pasos, de compartir sus jornadas; el compromiso de dedicarse a predicar, a anunciar su reino; el compromiso de liberar a la gente que sufre por las fuerzas del mal. «Estar con Jesús» nos obligará siempre —nos invitará siempre— a llevar una vida lo más parecida a la vida que llevó Jesús. Pero acaso lo que más impresiona es esa llamada del Señor a seguirle de cerca, a ser sus apóstoles, en el sacerdocio, en la vida consagrada, en la vida ordinaria: no es cuestión de méritos, ni de cualidades, ni de otros merecimientos. Cristo llama a los que él quiere. Solo nos pide una respuesta a su llamada, una respuesta fiel, leal, entusiasta, comprometida.
A pesar de nuestros defectos, Dios nos llama, se fija en nosotros Tenemos miedo de aparecer con nuestros defectos, que el pueblo de Dios nos ayudará a corregir. Quizá no tenemos bastante fe en la Iglesia, llevada por el Espíritu.