III del T.O.
3° del salterio
Heb 10,19-25 / Sal
23 / 4,21-25
Martes 29 Enero
Gildas; Julián el
Hospitalario; Bto.
Manuel Domingo y
Sol; Bta. Boleslawa
Ma Lament
Marcos 4,21-25
En aquel tiempo, dijo Jesús a la muchedumbre: «¿Se trae el candil para meterlo debajo del celemín o debajo de la cama, o para ponerlo en el candelero? Si se esconde algo, es para que se descubra; si algo se hace a ocultas, es para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga». Les dijo también: «Atención a lo que estáis oyendo: la medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene».
Jesús fue transparente
Esta página del evangelio rebosa actualidad. ¡Cuánto miedo a la verdad, a la claridad, a la transparencia! ¡Cómo procuramos que no se sepan las cosas que están mal! Jesús fue transparente, no tuvo nada que ocultar. Jesús habla con claridad, actúa con libertad. Jesús nos aconseja que actuemos siempre a la luz del día. Más aún, que reluzcan nuestras obras, que sean colocadas a la vista de todos, para que todos perciban su luz y su testimonio. No se trata de cuidar la imagen, de presentarnos como no somos. Lo oculto será descubierto. La incoherencia nos lleva de la mano a la hipocresía; la hipocresía, a la «doble vida»; y la «doble vida» nos esclaviza en la mentira. A veces, es cierto, ser claros, sencillos y humildes supone ser héroes.
Lo importante no es solo que nosotros creamos en Dios, sino que Dios crea en nosotros. Y, para ello, es imprescindible la claridad, la verdad de nuestras vidas, transparentes como la de Jesús.