Viernes 22 Septiembre
XXV del TO.
1º del salterio
Esd 6,7-8.126.14-20
/Sal 121 / Lc
8,19-21
Mauricio; Félix
IV; Bto. Francisco
de Posadas; Bto.
Dionisio Pamplona
y comp.
PALABRA:
Lucas 8,19-21
En aquel tiempo, vinieron a ver a Jesús su madre y sus herManos, pero con el gentío no lograban llegar hasta él. Entonces lo avisaron: «Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte». Él les contestó: «Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra».
La familia de Dios
Jesús nos descubre una nueva familia: la familia de los hijos de Dios. La familia que tiene su fundamento en el Espíritu de Dios. Jesús ha venido a fundar una comunidad de hermanos en el Espíritu y en la Palabra de Dios. En esta comunidad, el parentesco natural con Jesús no cuenta. Y proclama, por encima de esos lazos naturales, los lazos que nos unen con Dios y unen a los hermanos entre sí. «¿Quiénes son los que realmente están unidos a mí y me pertenecen? Los que escuchan mis palabras y las cumplen, los que aman con obras, los que llevan su amor a los hermanos». Jesús nos plantea esa gran familia que será su Iglesia: habrá que dejar la familia natural muchas veces, para entregar la vida a Él y al servicio de su Iglesia.
La Iglesia peregrinante es misionera por naturaleza, puesto que toma su origen de la misión del Hijo y del Espíritu Santo, según el designio de Dios Padre. La misión universal de la Iglesia nace de la fe en Jesucristo. Solo en la fe se comprende y se fundamenta la misión.