domingo, 24 de diciembre de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL SÁBADO 23/12/2017




Sábado 23 Diciembre
IV de Adviento.
Oficio del día
Mal 3,1-4.23-24/ 
Sal 24 / Lc 1,57-66






S. Juan de Kety, 
mi.
Antonio de Sta. 
Ana; Sira; Vitoria; 
Mardonio


PALABRA:
Lucas 1,57-66
A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo: «¡No! Se va a llamar Juan». Le replicaron: «Ninguno de tus parientes se llama así». Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió:•«Juan es su nombre». Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea. Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: «¿Qué va a ser este niño?». Porque la mano del Señor estaba con él. 


La mano del Señor está con nosotros 
El nacimiento de Juan prepara el nacimiento de Jesús. Y tanto Juan como Jesús no se nos muestran como «cumplidores» sino como «innovadores». La primera «innovación», en el caso de Juan, fue el nombre. No le llamaron Zacarías, como pensaba la gente, sino Juan, que significa «Yavé es clemente». Y así, en la silueta de Juan podemos contemplar ya una nueva imagen de Dios: la clemencia, la compasión y la ternura, en vez de la rigidez, la distancia o la condena. Juan dirige sus pasos hacia el desierto, emprendiendo un camino nuevo, la nueva ruta que Dios le traza. Allí, en el desierto, inicia su predicación, ofrece su experiencia de Dios, señala después la llegada del Mesías. Debemos estar siempre alertas para percibir los signos de los tiempos, los lugares donde Dios nos espera, a veces sitios tan insospechados como un•cruce de caminos o un lugar despoblado o un pequeño desierto, en el que reina la soledad y el silencio.




Señor, pon tu mano sobre nosotros como la pusiste en Juan el Bautista, para que sintamos así tu poder, tu grandeza y, ala par, tus caricias, que nos abren q la confianza y a la esperanza en medio de nuestros desiertos personales.





                                                                                                 



sábado, 23 de diciembre de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL VIERNES 22/12/2017




Viernes 22 Diciembre
IV de Adviento.
Oficio del día
15am 1,24-28/
Sal 1Sam 2,1-8 /Lc
1,46-56






Francisca-Javier
Cabrini; Honorato;
Lía

PALABRA:
Lucas 1,46-56
En aquel tiempo, María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes; a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia —como lo había prometido a nuestros padres— en favor de Abrahán y su descendencia para siempre». María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.



La espiritualidad de María
Hoy, el evangelio nos presenta a nuestra consideración el Magníficat, que María, llena de gracia, entonó en casa de su prima Isabel, madre de Juan el Bautista. Cada día, la liturgia de la Iglesia hace suyas las palabras de la Virgen en la Liturgia de las Horas, •cuando, rezando las Vísperas, dirige hacia el cielo aquel mismo canto con que María se alegraba, bendecía y daba gracias a Dios por todas sus bondades. Bien podemos decir que en esta visión de la vida y de la historia se concentra la espiritualidad de María: se fija en la misericordia del Señor que alcanza a todas las generaciones; contempla la historia humana, en la que ve cómo actúa el Señor: dispersando a los hombres de corazón orgulloso, derribando a los poderosos, levantando a los humildes y excluidos de la vida, colmando de bienes a los que lo pasan mal y despidiendo, a los ricos con las manos vacías. El Magníficat nos ofrece un mundo nuevo, atrayente, fraternal, participativo y justo para todos.




Señora y Madre nuestra, María, haz que aprendamos y recitemos con el corazón tu hermosa plegaria y coloquemos en el centro de nuestras vidas tu espiritualidad de plena confianza en Dios, nuestro Padre.







                   


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