domingo, 16 de agosto de 2015

PALABRA Y VIDA: DOMINGO 16/08/2015


domingo 16
Esteban de Hungría;
Roque; Arnulfo de
Metz; Arnulfo de
Soissons; Teódulo;
Bta. Petra de S. José





XX del T.O.
4° del salterio
Prov 9,1-6 / Sal 33
/ Ef 5,15-20 / In
6,51-58

                               Proverbios 9,1-6
  
La Sabiduría se ha construido su casa plantando siete columnas, ha preparado el banquete, mezclado el vino y puesto la mesa; ha despachado a sus criados para que lo anuncien en los puntos que dominan la ciudad: «Los inexpertos que vengan aquí, quiero hablar a los faltos de juicio: "Venid a comer de mi pan y a beber el vino que he mezclado; dejad la inexperiencia y viviréis, seguid el camino de la prudencia"»,

Salmo 33
Gustad y ved qué bueno es el Señor.

Efesios 5,15.20
Hermanos: Fijaos bien cómo andáis; no seáis insensatos, sino sensatos, aprovechando la ocasión, porque vienen días malos. Por eso, no estéis aturdidos, daos cuenta de lo que el Señor quiere. No os emborrachéis con vino, que lleva al libertinaje, sino dejaos llenar del Espíritu. Recitad, alternando, salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y tocad con toda el alma para el Señor. Dad siempre gracias a Dios Padre por todo, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.

                          Domingo XX del Tiempo Ordinario

Juan 6,51-58
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo». Disputaban los Judíos entre sí: «¿Cómo puede este darnos a comer su carne?». Entonces Jesús les dijo: «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre». 

La «cultura de la Eucaristía»
Cuentan del fundador del Opus Dei, san Josemaría, que, algunas veces, al dar la comunión, solía decir: «Te entrego la felicidad». ¡Qué gran noticia! Cristo, realmente presente, en el sacramento de la Eucaristía. ¿Cuáles han de ser nuestras actitudes? primero, una visita al Sagrario, si es posible, unos minutos cada día; segundo, orar, hacer la oración ante el Santísimo; tercero, comulgar. Cuando comulgamos recibimos cuerpo «resucitado» de Jesús; nos unimos a Jesús de forma que su vida es vida en nuestra vida y en nuestra forma de vivir. Cuando comulgamos implantamos en nosotros «la cultura de la Eucaristía», de la que nos habló el santo papa Juan Pablo II, que es «una cultura de diálogo, de comunión y de solidaridad». Una «cultura», por tanto, que nos lleva a vivir la «filiación divina», a sentirnos hijos de Dios, hermanos de nuestro prójimo y solidarios con los más débiles y necesitados.

EI mundo de hoy necesita personas que anuncien y testimonien que es Cristo quien nos enseña el arte de vivir, el camino de la verdadera felicidad, porque El mismo es el camino de la vida. ¡Y lo tenemos tan cerca de nosotros!




                                           

PALABRA Y VIDA: SABADO 15/08/2015


sábado 15
Asunción de la
Virgen María , s.
Na Sra. de los Reyes;
del Olvido; del
Alba; de la Paloma;
Tarsicio




Oficio de la s.
Ap 11,19a;
12,1.3-6a.10ab /Sal
44/ 1Cor 15,20-27/
Lc 1,39-56


                             Lucas1,39-56

En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá». María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia —como lo había prometido a nuestros padres— en favor de Abrahán y su descendencia por siempre». María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.

«También nosotros estaremos junto a Jesús...»
En el corazón del mes de agosto, los cristianos de Oriente y Occidente celebramos conjuntamente la fiesta de la Asunción de María Santísima a los cielos. En Oriente se le llama todavía hoy «Dormición de la Virgen». La fiesta de la Asunción es un gran misterio, pero es, sobre todo, un misterio de esperanza y de alegría para todos. Como bien proclamó Benedicto XVI: «En María, vemos la meta hacia la cual caminan todos los que saben unir su propia vida a la de Jesús, que lo saben seguir como hizo María. Esta fiesta, por consiguiente, habla de nuestro futuro, nos dice que también nosotros estaremos junto a Jesús en la alegría de Dios y nos invita a tener valentía, a creer que el poder de la resurrección de Cristo puede obrar también en nosotros y hacernos ' hombres y mujeres que cada día tratan de vivir como resucitados».




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