viernes, 11 de septiembre de 2015

PALABRA Y VIDA: VIERNES 11/09/2015




viernes 11
Felix y Regula; Juan
Gabriel Perboyre;
Bto. Buenaventura





XXIII del T.O.
3° del salterio
1Tim 1,1-2.12-14/
Sal 15/ Lc 6,39-42


                                  Lucas 6,39-42


En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola: «¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? Un discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: "Hermano, déjame que te saque la mota del ojo", sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano»
.
Las relaciones humanas
Una de las preocupaciones de Jesús se centra en las relaciones humanas: cuántos males se producen si esas relaciones no están guiadas por la bondad y por el amor. Cuando el corazón es bueno, contagia bondad. La maldad de corazón ciega a las personas. Y por eso, Jesús nos dice alto y claro que los dirigentes de la sociedad, de la familia, no pueden estar ciegos sino que han de curar primero su ceguera para indicar los caminos rectos. Jesús desciende, una vez más, al detalle: ¡cuidado con los que se fijan en los defectos del prójimo y no caen en la cuenta ni quieren ver los suyos! Hoy necesitamos dirigentes bien preparados, responsables de su misión, que nos guíen y nos conduzcan por los caminos de la verdad y del bien.


Señor, que yo sepa ver primero mis propios defectos, que tenga la humildad de reconocer mis sombras, antes que denunciar o criticar las pequeñas sombras de mi prójimo.





 





jueves, 10 de septiembre de 2015

PALABRA Y VIDA: JUEVES 10/09/2015


Jueves 10
Na Sra de
Maravillas; Nicolás;
Btos. Alfonso
y Alonso; Btos.
Francisco Gárate y
Jacinto Orfanell




XXIII del TO.
3º del salterio 
Col 3,12-17/Sal 
150 / Lc 6,27-38


                                       Lucas 6, 27-38

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis solo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien solo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Y si prestáis solo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros».

El mundo se transforma desde el corazón:
Jesús nos ofrece la clave para la transformación del mundo: no reside tanto en el cambio de estructuras, cuanto en el cambio del corazón de las personas. El mundo se transforma cambiando a las personas. Jesús nos propone el amor que vence al odio; la mansedumbre que vence a la injuria; la aceptación de la ofensa que vence a la humillación; la renuncia a lo propio que vence al robo. «Haced el bien, comprended, sed compasivos». En una palabra: «humanizaos», «llenaos de vida». Pero esta es una tarea que no está solo en nuestras manos y que no solo depende de nosotros. Necesitamos la fuerza de lo Alto. Quizás algunos piensen que es tarea imposible. Y lo es, si no abrimos nuestro corázón al Padre celestial, si no somos compasivos como Él, si no nos llenamos del Espíritu.






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