domingo, 4 de octubre de 2015

PALABRA Y VIDA: DOMINGO 04/10/2015




domingo 4
Francisco de Asís; 
Queremón; Petronio; 
Pedro Damasceno





3° del salterio
Gén 2,18-24 /Sal 
127 / Heb 2,9-11 /
Mc 10,2-16


                                 Génesis 2,18-24
El Señor Dios se dijo: «No está bien que el hombre esté solo; voy a hacerle alguien como él que le ayude». Entonces el Señor Dios modeló de arcilla todas las bestias del campo y todos los pájaros del cielo y se los presentó al hombre, para ver qué nombre les ponía. Y cada ser vivo llevaría el nombre que el hombre le pusiera. Así, el hombre puso nombre a todos los animales domésticos, a los pájaros del cielo y a las bestias del campo; pero no encontraba ninguno como él que lo ayudase. Entonces el Señor Dios dejó caer sobre el hombre un letargo, y el hombre se durmió. Le sacó una costilla y le cerró el sitio con carne. Y el Señor Dios trabajó la costilla que le había sacado al hombre, haciendo una mujer, y se la presentó al hombre. El hombre dijo: «¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Su nombre será Mujer, porque ha salido del hombre. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne».

Salmo 127
Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida.


Hebreos 2,9-11
Hermanos: Al que Dios había hecho un poco inferior a los ángeles, a Jesús, lo vemos ahora coronado de gloria y honor por su pasión y muerte. Así, por la gracia de Dios, ha padecido la muerte para bien de todos. Dios, para quien y por quien existe todo, juzgó conveniente, para llevar a una multitud de hijos a la gloria, perfeccionar y consagrar con sufrimientos al guía de su salvación. El santificador y los santificados proceden todos del mismo. Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos.


Marcos 10,2-16
En aquel tiempo, se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús, para ponerlo a prueba: «¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?». Él les replicó: «¿Qué os ha mandado Moisés?». Contestaron: «Moisés permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio». Jesús les dijo: «Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación Dios "los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne". De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre». En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: «Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio». Le acercaban niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él». Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.


Y serán un solo corazón
El evangelio nos plantea un tema de actualidad: el matrimonio, la relación del esposo y la esposa, la comunicación en el seno de la familia. Las preguntas que se formulan a Jesús son prácticas. Las respuestas de Cristo son diáfanas: primero, Jesús no tolera la desigualdad de derechos entre el hombre y la mujer; segundo, según el plan de Dios, el esposo y la esposa se funden en una unidad, que es tanto como decir una perfecta igualdad en dignidad y derechos; tercero, Cristo ofrece la esencia viva del matrimonio: «una sola vida, un solo corazón». Si no se logra ese «corazón», surgirán los problemas; el diálogo se convertirá en discusión; y las diferencias, en alejamientos constantes.


Señor, te pedimos hoy por los matrimonios, para que descubran sus verdaderas señas de identidad: la unión de dos vidas en una sola vida y de dos corazones en un solo corazón. La familia será así un manantial de amor y de felicidad.










sábado, 3 de octubre de 2015

PALABRA Y VIDA: SÁBADO 03/10/2015



sábado 3
S. Francisco de
Borja, m.l.
Gerardo de Brogne;
Marcos; Virila; Bto.
Columba Marmion




XXVI del T.O.
2° del salterio
Bar 4,5-12.27-29 /
Sal 68 / Lc 10,17-24


                          Lucas 10,17-24

En aquel tiempo, los setenta y dos volvieron muy contentos y dijeron a Jesús: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre». Él les contestó: «Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo». En aquel momento, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar». Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron».

La gente sencilla
Aquellos discípulos vuelven contentos, entusiasmados, de su primera experiencia pastoral: «Hasta los demonios se nos someten en tu nombre». Todo parece fácil. En aquel momento, Cristo puntualiza: «No estéis alegres por los prodigios realizados sino porque vuestros nombres están inscritos en el corazón de Dios». E inmediatamente, el Señor alaba a la gente sencilla, porque abren de par en par la puerta de su vida a la voz de Dios. Cristo nos adentra así en el mundo de la gratuidad y en el valor supremo de los dones. No se trata de saber mucho sino de amar, de confiar, de escuchar la palabra de Dios y ponerla por obra.


Señor, danos un corazón sencillo que sepa abrirse a tu presencia, escuchar con atención tu voz y vivir lo que nos dices, recorriendo los caminos que nos indicas. La sabiduría de la cruz es la que cuenta.






  

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