sábado, 3 de octubre de 2015

PALABRA Y VIDA: SÁBADO 03/10/2015



sábado 3
S. Francisco de
Borja, m.l.
Gerardo de Brogne;
Marcos; Virila; Bto.
Columba Marmion




XXVI del T.O.
2° del salterio
Bar 4,5-12.27-29 /
Sal 68 / Lc 10,17-24


                          Lucas 10,17-24

En aquel tiempo, los setenta y dos volvieron muy contentos y dijeron a Jesús: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre». Él les contestó: «Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo». En aquel momento, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar». Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron».

La gente sencilla
Aquellos discípulos vuelven contentos, entusiasmados, de su primera experiencia pastoral: «Hasta los demonios se nos someten en tu nombre». Todo parece fácil. En aquel momento, Cristo puntualiza: «No estéis alegres por los prodigios realizados sino porque vuestros nombres están inscritos en el corazón de Dios». E inmediatamente, el Señor alaba a la gente sencilla, porque abren de par en par la puerta de su vida a la voz de Dios. Cristo nos adentra así en el mundo de la gratuidad y en el valor supremo de los dones. No se trata de saber mucho sino de amar, de confiar, de escuchar la palabra de Dios y ponerla por obra.


Señor, danos un corazón sencillo que sepa abrirse a tu presencia, escuchar con atención tu voz y vivir lo que nos dices, recorriendo los caminos que nos indicas. La sabiduría de la cruz es la que cuenta.






  

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