jueves 15
Sta. Teresa de
Jesús, f.
Bruno de Querfurt;
Aurelia de
Estrasburgo
Oficio de la t
Si 15,1-6 /5a188/
Mt 11,25-30
Mateo 11, 25-30
En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
El secreto de Teresa de Jesús
Nuestra mirada se dirige hoy a Teresa de Jesús, mística, fundadora, escritora. Su silueta brilla en el horizonte de la Iglesia con fuerza apasionante. Y el clamor de sus versos encendidos sigue adentrándose en los corazones jóvenes: «Nada te turbe, nada te espante. Todo se pasa. Solo Dios basta». En el evangelio, Cristo nos invita al descanso, no tanto para desentendernos de la realidad, sino para recuperar las fuerzas, las ilusiones, los horizontes, las esperanzas. ¡Qué buen lugar puede ser un monasterio, con sus claustros, con sus jardines, con su huerta, con su paz y silencio! Teresa de Jesús nos deja una hermosa lección, cuando la Iglesia vivía tiempos recios «decidí hacer aquello poquito que yo puedo y hay en mí: «cumplir mejor las reglas del Carmelo y hacerlas cumplir a mi comunidad». El secreto no puede ser más hermoso.
A veces es necesario guardar silencio para ser escuchado. Quizás en el silencio se oigan mejor las otras voces: la de la conciencia, la del corazón, la del prójimo lastimado y necesitado.
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