Jueves 21 Julio
Santos LORENZO DE BRINDIS pb dc,
Práxedes vg mr, Víctor mr, Alberico pb mr
Santos LORENZO DE BRINDIS pb dc,
Práxedes vg mr, Víctor mr, Alberico pb mr
Papa Francisco: Cuando habla al pueblo, Jesús usa muchas parábolas: un lenguaje comprensible a todos, con imágenes tomadas de la naturaleza y de las situaciones de la vida cotidiana. ¿Qué es el reino de los cielos? Jesús no se preocupa por explicarlo. Lo enuncia desde el comienzo de su Evangelio: «El reino de los cielos está cerca» —también hoy está cerca, entre nosotros—; sin embargo, nunca lo deja ver directamente, sino siempre de manera indirecta, narrando el obrar de un propietario, de un rey, de diez vírgenes... Prefiere dejarlo intuir, con parábolas y semejanzas, manifestando sobre todo los efectos: el reino de los cielos es capaz de cambiar el mundo, como la levadura oculta en la masa; es pequeño y humilde como un granito de mostaza, que, sin embargo, llegará a ser grande como un árbol.
PALABRA:
Se acercaron a Jesús los discípulos y le preguntaron: «¿Por qué les hablas en parábolas?». Él les contestó: «A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumplirá en ellos la profecía de Isaías: *Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure". ¡Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron».
ORACIÓN:
ORACIÓN:
Jeremías 2,1-3.7-8.12-13; Salmo 35,6-11 • MATEO 13,10-17
SEÑOR, quiero convertirme -dirigir mi atención y mi vida toda hacia ti- para que me cures de mi sordera, de mi ceguera y de mi embotamiento de corazón. Pero, con el profeta, te pido: Conviérteme y me convertiré a ti. Porque por mis fuerzas, no puedo. MI salvación es obra de tu Misericordia: yo me dejo guiar por ti, y sé que estoy en buenas manos. (Sigue tu oración personal).