IV del TO.
4° del salterio
Heb 13,15-17.20-21
/ Sa122 / Mc
6,30-34
Martes 07 Febrero
Fidel; Bto. Anselmo
Polanco; Bto. Felipe
Ripoll; Bto. Pío IX;
Bto. Pedro Verhun
PALABRA:
Marcos 6,30-34
En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: «Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco». Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.
Acoger, comprender, aceptar
Así es Jesús: «acoge, comprende, acepta». Y a continuación, cura, soluciona el problema. Tiene hermosos mensajes esta página del evangelio: primero, la necesidad de descansar un poco, en un sitio tranquilo; descanso del cuerpo y enriquecimiento del espíritu; segundo, el atractivo de Jesús para aquellas gentes que acudían en su busca, fascinados por sus obras; tercero, los sentimientos del Señor, conmoviéndose profundamente por su situación, por sus carencias. Reluce con fuerza la humanidad paciente y entrañable del Maestro. No tiene tiempo para comer pero abre su vida a los demás, abre su corazón a los problemas, abre su poder a la curación de sus heridas. El amor es paciente, todo lo aguanta.
Señor, todos necesitamos descansar un poco, alejarnos a un lugar tranquilo, para recuperar fuerzas y, sobre todo, para enriquecer nuestra vida con tu Palabra, con tu presencia. ¡Qué hermoso oasis de paz un Sagrario, acaso perdido en la última capilla de la última ermita del paisaje!
IV del T0
4° del salterio
Heb 13,1-8 /Sal 26 /
Mc 6,14-29
Lunes 06 Febrero
S. Pablo Miki y
comp., m.o.
Amando; Dorotea;
Mateo Correa
Magallanes
PALABRA:
Marcos 6,14-29
En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó hablar de él. Unos decían: «Juan Bautista ha resucitado, y por eso los poderes actúan en él». Otros decían: «Es Elías». Otros: «Es un profeta como los antiguos». Herodes, al oírlo, decía: «Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado». Es que Herodes había mandado prender a Juan - y lo había metido en la cárcel, encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano. Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto. La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras, que te lo doy». Y le juró: «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino». Ella salió a preguntarle a su madre: «¿Qué le pido?». La madre le contestó: «La cabeza de Juan, el Bautista». Entró ella enseguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: «Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista». El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. Enseguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.
Señor, haznos libres, honestos, honrados, para realizar nuestra misión, la que encomiendas a cada uno, acorde con el guión de vida que nos trazas. Y haznos, sobre todo, valientes para encarar problemas y dificultades.