viernes, 10 de febrero de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL VIERNES 10/02/2017





V del TO.
la del salterio
Gén 1,20-2,4a/Sal
8 / Mc 7,1-13






Guillermo de
Malavalle;
Austreberta; Bto.
Alojzije Viktor


PALABRA:
Marcos 7,1-13
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y al volver de la plaza no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas). Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?». Él les contestó: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos". Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres». Y añadió: «Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición. Moisés dijo: "Honra a tu padre y a tu madre" y "el que maldiga a su padre o a su madre tiene pena de muerte': En cambio vosotros decís: Si uno le dice a su padre o a su madre: "Los bienes con que podría ayudarte los ofrezco al templo", ya no le permitís hacer nada por su padre o por su madre; invalidando la palabra de Dios con esa tradición que os transmitís; y como estas hacéis muchas».


Examinar nuestros labios y nuestro corazón
De nuevo, los preceptos y rituales religiosos; de nuevo, el rigor de unas normas que están vacías, que llevan un «culto vacío». Jesús se enfrenta a los fariseos y a los escribas, Ilamárdolos «hipócritas», fuerte expresión para denunciar sus falsedades. Y realiza esa importante distinción: una cosa es honrar a Dios con los labios, y otra bien distinta, «honrarlo con el corazón». Dios mira nuestro corazón y sabe bien nuestras intenciones, nuestros valores, nuestra realidad interior, nuestra verdadera disposición con respecto a él. Fustiga esas «normas vacías», sin sentido, y defiende la atención a los desamparados, a los pobres, a los ancianos. Este evangelio nos invita a un profundo examen de conciencia, y a cuidar las palabras que pronunciamos con nuestros labios y los latidos de nuestro corazón.


             





jueves, 9 de febrero de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL JUEVES 09/02/2017






V del T.O.
I a del salterio

Gén 1,1-19/Sal 103 
/ Mc 6,53-56




Apolonia; Marón; 
Miguel Febres
Cordero; Sisebuto; 
Bta. Eusebia;
Palomino; Bta.

Anna Katharina 
Emmerich


PALABRA:
Marcos 6,53-56
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos, terminada la travesía, tocaron tierra en Genesaret y atracaron. Apenas desembarcaron, algunos lo reconocieron, y se pusieron a recorrer toda la comarca; cuando se enteraba la gente dónde estaba Jesús, le llevaban los enfermos en camillas. En la aldea o pueblo o caserío donde llegaba, colocaban a los enfermos en la plaza, y le rogaban que les dejase tocar al menos el borde de su manto; y los que lo tocaban se ponían sanos.



Escuchar, acompañar, consolar
Contemplamos a Jesús en plena actividad apostólica, rodeado de gente sencilla que le busca. Su fama se ha extendido. Y acuden a él los enfermos, buscando la curación. Dos pinceladas: primera, la misión de Jesús es rehacer el ser humano, procurarle salud, alimentación y medios de subsistencia, esperanza y sentido de la vida; segunda, Cristo derrocha cercanía y consuelo, acompañamiento y comprensión. Antiguamente, la gente que no podía acudir al médico llevaba a los enfermos a la plaza y los que pasaban por allí se detenían a hablar con ellos y consolarlos. ¡Qué hermosa tarea en la vida de un cristiano: hablar, acompañar, escuchar, consolar, comprender!

¡Señor, nosotros también en esta hora nos sentimos enfermos! ¡A veces, no se nota por fuera, pero dentro llevamos un puñado de preguntas, un manojo de sombras, un cúmulo de dolencias! ¡Y acudimos a Ti, buscar de tu presencia, tu consuelo, tu perdón!





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