jueves, 2 de marzo de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL MIÉRCOLES 01/03/2017


2° del salterio 


Gén 22,1-2.9-
13.15-18/Sa1115 / 
Rom 8,316-34 / 
Mc 9,2-10


Miércoles 01 Marzo
Rosendo; Félix III; 
León; David de 
Gales

DÍA DE HISPANOAMÉRICA
PALABRA:
Génesis 22,1-29,13,15-18
En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole: «¡Abrahán!». Él respondió: «Aquí me tienes». Dios le dijo: «Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moría y ofrécemelo allí en sacrificio, sobre uno de los montes que yo te indicaré». Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí un altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor gritó desde el cielo: «¡Abrahán, Abrahán!». Él contestó: «Aquí me tienes». El ángel le ordenó: «No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo». Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo. El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo: «Juro por mí mismo —oráculo del Señor—: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido».






Salmo 113
Caminaré en presencia del Señor, en el país de la vida.







Romanos 8,31 b-34
Hermanos: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?


Marcos 9,2-10
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Estaban asustados, y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo amado; escuchadlo». De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos». Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».



Transfiguraciones urgentes de un cristiano
En el corazón de la Cuaresma, aparece Jesús en el Tabor, en la luminosa escena de la Transfiguración. Todos estamos destinados a vivir esa «transfiguración» con Cristo, que hemos de iniciar ya mientras caminamos como peregrinos. Podemos hablar de cuatro transfiguraciones urgentes: primera, transfigurar nuestra mente, formándola con los valores del reino y los criterios del evangelio; segunda, transfigurar nuestra conciencia para que sea verdaderamente un despertador de nuestros letargos e indicador del bien y del mal; tercera, transfigurar nuestro corazón, desterrando egoísmos y viviendo el amor y la generosidad; cuarta, transfigurar nuestras acciones, convirtiéndolas en testimonio eficaz, para que seamos testigos de la resurrección del Señor.

               



miércoles, 1 de marzo de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL MARTES 28/02/2017




Iº de Cuaresma

1ª del salterio 
Dt26,16-19/Sal 
118/Mt 5,43-48
Martes 28 Febrero







Na Sra. Refugio
de los Pecadores;
Román; Rufino;
Bto. Ciriaco María

Sancha



PALABRA:
Mateo 5,43-48
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto».


La palabra «enemigo» no existe para un cristiano
La palabra «enemigo» no existe para un cristiano porque ser discípulo de Cristo conlleva la esencial fraternidad de amarnos todos, incluidos los enemigos. Amar es no querer destruir al otro y hacerle el bien que se le puede hacer. Cuando se hace eso, se desarma al agresor y se deshace la amenaza. Y mantenemos nuestras verdaderas señas de identidad, que se concentran en la «filiación divina». El cambio que se nos pide no es superficial, sino que llega a lo más profundo del alma y afecta a la convivencia humana. Jesús nos muestra a Dios como Padre de ternuras y bondades. Y así, sintiéndonos sus hijos, abrimos también nuestra existencia a todo el mundo. Lo dijo Jesús: «en esto conocerán que sois mis discípulos».


«Dejar a alguien vencido es, para mí, inevitablemente, gustar la amarga derrota de la propia paz», dijo alguien que sabía de acogidas y fraternidades. Es cierto. La vida no es una lucha contra el otro sino un mar de manos abiertas para el saludo, que nos invita a una travesía feliz, a pesar de las tempestades.   



                 

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