II de Cuaresma 2° del salterio Dan 9,41J-10/Sal 78/Lc 6,36-38
Jueves 02 Marzo
Carlos el Bueno; Simplicio; Absalón; Jenara
PALABRA: Lucas 6,36-38 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros».
Pedagogía de la comprensión ¡Qué hermosas sugerencias, invitaciones y mandatos de Jesús! Nos conoce muy bien y sabe lo que necesita el ser humano: acogida, escucha, diálogo, comprensión, enriquecimiento. No amenaza, no recrimina, no echa nada en cara. Al contrario, nos manda que seamos compasivos, buenas personas, buena gente. Con mucha frecuencia, hay personas religiosas que suelen comparar, juzgar, colocar su particular medida para calibrar así la «santidad» de los demás. He aquí dos claves para comprender el cristianismo: la compasión y la misericordia. Saber lo que necesitamos y ofrecer lo que tenemos. Todo lo que ofrecemos, la generosidad más radical, se nos convertirá en riqueza interior, en frutos hermosos de nuestra vida.
Dime qué cara pones y te diré cómo andas de Dios por dentro. Si somos fieles, si somos pobres, si vivimos en contemplación, seremos capaces de traslucir al Dios que nos habita. Nuestras caras, por ahora, quizás andan muy opacas, Señor.
13.15-18/Sa1115 / Rom 8,316-34 / Mc 9,2-10 Miércoles 01 Marzo Rosendo; Félix III; León; David de Gales
DÍA DE HISPANOAMÉRICA PALABRA: Génesis 22,1-29,13,15-18 En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole: «¡Abrahán!». Él respondió: «Aquí me tienes». Dios le dijo: «Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moría y ofrécemelo allí en sacrificio, sobre uno de los montes que yo te indicaré». Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí un altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor gritó desde el cielo: «¡Abrahán, Abrahán!». Él contestó: «Aquí me tienes». El ángel le ordenó: «No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo». Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo. El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo: «Juro por mí mismo —oráculo del Señor—: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido».
Salmo 113 Caminaré en presencia del Señor, en el país de la vida. Romanos 8,31 b-34 Hermanos: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¿Dios, el que justifica? ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?
Marcos 9,2-10 En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Estaban asustados, y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube: «Este es mi Hijo amado; escuchadlo». De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: «No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos». Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de «resucitar de entre los muertos».
Transfiguraciones urgentes de un cristiano En el corazón de la Cuaresma, aparece Jesús en el Tabor, en la luminosa escena de la Transfiguración. Todos estamos destinados a vivir esa «transfiguración» con Cristo, que hemos de iniciar ya mientras caminamos como peregrinos. Podemos hablar de cuatro transfiguraciones urgentes: primera, transfigurar nuestra mente, formándola con los valores del reino y los criterios del evangelio; segunda, transfigurar nuestra conciencia para que sea verdaderamente un despertador de nuestros letargos e indicador del bien y del mal; tercera, transfigurar nuestro corazón, desterrando egoísmos y viviendo el amor y la generosidad; cuarta, transfigurar nuestras acciones, convirtiéndolas en testimonio eficaz, para que seamos testigos de la resurrección del Señor.