3° del salterio
Éx 20,1-17 (breve:
20,1-3.7-8.12-17) /
Sal 18/ 1Cor 1,22-25
/J172,13-25
Miércoles 07 Marzo
S. Juan de Dios;
Veremundo de
Irache; Bto. Faustino
Míguez
PALABRA:
Éxodo 20,1-3.7-8.12-17
En aquellos días, el Señor pronunció las siguientes palabras: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud. No tendrás otros dioses frente a mí. No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso. Porque no dejará el Señor impune a quien pronuncie su nombre en falso. Fíjate en el sábado para santificarlo. Honra a tu padre y a tu madre: así prolongarás tus días en la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar. No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No darás testimonio falso contra tu prójimo. No codiciarás los bienes de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de él».
Salmo 18
Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
1Corintios 1,22-25
Hermanos: Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero, para los llamados —judíos o griegos—, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.
Juan 2,13-25
Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las
monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre». Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora». Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?». Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré». Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús. Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba con ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre.
Cada cristiano es templo de Dios
Probablemente, la escena tiene lugar unos días antes de la pasión de Jesús. Nos ofrece una primera impresión de purificación de los lugares dedicados a Dios. Pero, inmediatamente, nos abre un nuevo camino, una nueva perspectiva: cada cristiano es templo de Dios. Y cada ser humano es una piedra viva del santuario que Dios quiere. «Destruid este templo y en tres días lo levantaré». Para Jesús, el templo es el ser humano. Esta perspectiva nos hará descubrir la importancia de cada persona, imagen de Dios, que se refleja en su rostro, en su cuerpo, en su vida. Nos lo decía la Madre Teresa de Calcuta: «En cada rostro humano descubro el rostro de Jesús».
«Si alguna vez nos quitaran la radio, nos suspendieran el periódico, no nos dejaran hablar, nos mataran a todos los sacerdotes y al obispo también, cada uno de ustedes tendría que ser un micrófono de Dios», proclamaba monseñor Oscar Romerc.