viernes, 10 de marzo de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL JUEVES 09/03/2017






III de Cuaresma
3ºdel salterio2Re 5,1-15a /Sa141 / Lc 4,24-30
Jueves 09 Marzo






Francisca
Romana, c.
Gregorio de Nisa; 
Paciano; Catalina de 
Bolonia

PALABRA
Lucas 4,24-30
En aquel tiempo, dijo Jesús al pueblo en la sinagoga de Nazaret: «Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio». Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.



El corazón de Dios
Aparece en esta página del evangelio el peligro de los «nacionalismos» religiosos: Aquellos paisanos se ponen furiosos cuando Jesús les dice que una viuda de Sarepta y un leproso de Siria habían sido preferidos a todas las viudas y a todos los leprosos que había en Israel. Pero, ¿cómo es posible? Son ellos los que tienen exclusiva y el privilegio de Dios. Los «nacionalistas» no aceptan que los que ellos llaman «extranjeros» sean mejor considerados y tratados. Se produce, entonces, la división y el enfrentamiento. Y a punto están de despeñar a Jesús, arrojándolo fuera de la sinagoga. Jesús rechaza esa imagen de un Dios violento, de preferencias y de privilegios. Y nos ofrece el corazón universal de un Dios Padre que a todos recibe, acoge y cura.




Señor, estemos donde estemos, seamos quienes seamos, Tú nos recibes y nos acoges siempre, porque tu corazón de Padre no muestra preferencias por razón del lugar en que vivimos o de la raza a la que pertenecemos.                                                                                                                                                                                                                                             



jueves, 9 de marzo de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL MIÉRCOLES 07/03/2017




3° del salterio
Éx 20,1-17 (breve:
20,1-3.7-8.12-17) / 
Sal 18/ 1Cor 1,22-25
/J172,13-25
Miércoles 07 Marzo





S. Juan de Dios; 
Veremundo de
Irache; Bto. Faustino 
Míguez



PALABRA:
Éxodo 20,1-3.7-8.12-17
En aquellos días, el Señor pronunció las siguientes palabras: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud. No tendrás otros dioses frente a mí. No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso. Porque no dejará el Señor impune a quien pronuncie su nombre en falso. Fíjate en el sábado para santificarlo. Honra a tu padre y a tu madre: así prolongarás tus días en la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar. No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No darás testimonio falso contra tu prójimo. No codiciarás los bienes de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de él».








Salmo 18
Señor, tú tienes palabras de vida eterna.







1Corintios 1,22-25
Hermanos: Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero, para los llamados —judíos o griegos—, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.

Juan 2,13-25
Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las
monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre». Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora». Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?». Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré». Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús. Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba con ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre.

Cada cristiano es templo de Dios
Probablemente, la escena tiene lugar unos días antes de la pasión de Jesús. Nos ofrece una primera impresión de purificación de los lugares dedicados a Dios. Pero, inmediatamente, nos abre un nuevo camino, una nueva perspectiva: cada cristiano es templo de Dios. Y cada ser humano es una piedra viva del santuario que Dios quiere. «Destruid este templo y en tres días lo levantaré». Para Jesús, el templo es el ser humano. Esta perspectiva nos hará descubrir la importancia de cada persona, imagen de Dios, que se refleja en su rostro, en su cuerpo, en su vida. Nos lo decía la Madre Teresa de Calcuta: «En cada rostro humano descubro el rostro de Jesús».

«Si alguna vez nos quitaran la radio, nos suspendieran el periódico, no nos dejaran hablar, nos mataran a todos los sacerdotes y al obispo también, cada uno de ustedes tendría que ser un micrófono de Dios», proclamaba monseñor Oscar Romerc.

                           

                          


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