lunes, 10 de abril de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL LUNES 10/04/2017



Lunes 10 Abril
Oficio propio
He 4,1-12 / Sal 117/ 
Jn 21,1-14





Octava de Pascua 
Ezequiel; Miguel
de los Santos;
Pompeyo, Terencio y 
Africano


PALABRA:
Juan 21,1-14
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: «Me voy a pescar». Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo». Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: «Muchachos, ¿tenéis pescado?». Ellos contestaron: «No». Él les dice: «Echad la red a la derecha de 1a barca y encontraréis». La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: «Es el Señor». Al oír que era el Señor Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: «Traed de los peces que acabáis de coger». Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: «Vamos, almorzad». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntar quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.








Eres un Dios escondido, pero en la carne de un hombre. Eres un Dios escondido, en cada rostro de pobre. Mas tu amor se nos revela cuanto más se nos esconde.                                                                                                                                                                                                                                                                  

                             



CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL DOMINGO 09/04/2017



Domingo 09 Abril
Oficio propio
He 3,11-26 / Sal8 /
Lo 24,35-48









Octava de Pascua
Casilda; María
Cleofé; Demetrio;
Bta. Lindalva Justo
de Oliveira; Bta.
Margarita Rutan

PALABRA:
Lucas 24,35-48
En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros». Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: «¿Por qué Os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo». Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: «¿Tenéis ahí algo de comer?». Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse». Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».

Paz a vosotros

¡Qué saludo tan entrañable el que Jesús inaugura tras su resurrección: «Paz a vosotros»! Así se va presentando a sus apóstoles, intentando convencerles de sus señas de identidad: «El que murió en la cruz y el que resucitó del sepulcro es el mismo». Por eso, pide que le palpen. Insiste en que un fantasma no tiene carne y huesos. Y hasta se pone a comer delante de ellos. «Vosotros sois testigos», les dirá Jesús. Hoy, cada cristiano debe aparecer como testigo de la resurrección, con su semblante alegre y luminoso, con sus manos abiertas de par en par, con sus pasos seguros de que la meta que nos espera es radiante: la plenitud en la intimidad con Dios. El mundo sería así un oasis de pequeñas y hermosas felicidades.
                                



cultivarseescrecer Chanel