Miércoles 04 Mayo
lº del salterio
He 9,26-37 / Sal 21
/ 1Jn 3,78-24/ In
15,1-8
Felipe; Santiago;
Alejandro I; Violeta;
Emilia; Juvenal; Bta.
Mª Leonia Paradis
PALABRA:
Hechos 9,26-31
En aquellos días, llegado Pablo a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos, pero todos le tenían miedo, porque no se fiaban de que fuera realmente discípulo. Entonces Bernabé se lo presentó a los apóstoles. Saulo les contó cómo había visto al Señor en el camino, lo que le había dicho y cómo en Damasco había predicado públicamente el nombre deJesús. Saulo se quedó con ellos y se movía libremente en Jerusalén, predicando públicamente el nombre del Señor. Hablaba y discutía también con los judíos de lengua griega que se propusieron suprimirlo. Al enterarse los hermanos, lo bajaron a Cesarea y lo enviaron a Tarso. La Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba construyendo y progresaba en 1a fidelidad al Señor, y se multiplicaba, animada por el Espíritu Santo
Salmo 21
El Señor es mi alabanza en la gran asamblea.
1Juan 3,18-24
Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras. En esto conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestra conciencia ante él, en caso de que nos condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo. Queridos, si la conciencia no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios. Y cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio.
Juan 15,1-8
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».
La mística de la unión con Jesús
La imagen de la vid está enraizada en la tradición de Israel, en la que se nombra al pueblo elegido como «vid» o «viña». El Padre es el viñador. Jesús confía y transmite esa confianza en el Padre. Y nos invita a que permanezcamos en Él, como el sarmiento está unido a la vid. Dos hermosas invitaciones para nuestra vida cristiana: la primera se centra en la necesidad de estar con Cristo, buscándolo, escuchándolo, dialogando con Él, sintiéndonos discípulos suyos; la segunda, el «contagio», la cercanía, como el mejor método de apostolado. Sin grandes planes pastorales, en sus comienzos, el cristianismo se va extendiendo por contagio, es decir, por la unión de los discípulos con su Maestro que, en la convivencia diaria, les ha transmitido su mística de comunión.
¡0h, inefable espesura de este bosque por donde el corazón va descubriendo, adorando la huella iluminada que florece en la piel de su hermosura!». Así nos define su búsqueda de Dios san Juan de la Cruz.