jueves, 18 de mayo de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL MIÉRCOLES 17/05/2017



Oficio de las.
He 1,1-11 / 50146 /
Ef 1,17-23 (o bien:
Ef 4,1-13 [breve:
4,1-7.11-131)/ Mc
16,15-20






Pascual Bailón;
Ervedo; Bta. Antonia 
Mesina; Bto. Ivan 
Ziatyk

PALABRA:
Hechos 1,1-11
En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido,movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios. Una vez que comían juntos, les recomendó: «No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo». Ellos lo rodearon preguntándole: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?». Jesús contestó: «No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo». Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndole irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse».




Salmo 46:
Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.



Efesios 4,1-7.11-13
Hermanos: Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una sola es la esperanza de la vocación a la que habéis sido convocados. Un Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo. A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelizadores, a otros, pastores y maestros, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud.


Marcos 16,15-20
En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos». Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

Nuestra vida en clave de «ascensión»
La ascensión del Señor es la fiesta de la exaltación de Cristo al cielo. Junto a su exaltación, la exaltación del cristianismo. Y así, el final de nuestro peregrinaje por la historia, el seguimiento fiel de los pasos del Maestro, será también nuestra glorificación con Él. Este es un día para la esperanza, para el consuelo, para la sonrisa del corazón. Toda acción generosa, todo gesto sacrificado de amor al prójimo, toda realización de nuestro proyecto de vida, en consonancia con el Evangelio, con los valores del Reino, desemboca en glorificación. Este día nos ofrece también una sugerencia práctica: plantear nuestra vida en clave de «ascensión», de subida constante, de mejora cotidiana. No podemos «ir para atrás», en lamentables retrocesos, sino que hemos de caminar siempre hacia delante, hemos de «subir» a ese cielo de plenitud que Jesús nos ha conquistado.































miércoles, 17 de mayo de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL MARTES 16/05/2017




VI de Pascua
2° del salterio
He 18,23-28 / Sal 46
/ In 16,236-28







Gema Galgani;
Juan Nepomuceno; •
Andrés Bobola;
Ubaldo

PALABRA:
Juañ 16,23b-28
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo os aseguro, si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa. Os he hablado de esto en comparaciones; viene la hora en que ya no hablaré en comparaciones, sino que os hablaré del Padre claramente. Aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios. Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre».



Pedir al Padre en nombre de Jesús
Jesús nos ofrece la fórmula de la oración: «primero, hemos de pedir con absoluta confianza en que se nos va a conceder lo que pedimos; segundo, la petición ha de ir dirigida al Padre; tercero, la petición la hacemos en nombre de Jesús». Así de fácil y sencillo. ¡Cuántas veces nuestra oración no conlleva estas condiciones! Sobre todo esa tercera condición: saber pedir en nombre de Jesús, o lo que es lo mismo, aquello que está acorde con el programa de su reino, acorde con lo que Él vivió y enseñó. Normalmente, nuestras peticiones van por otros caminos: la solución inmediata de nuestro último problema, la curación, el ascenso, el poder que nos permita triunfar. Hemos de aprender la fórmula: identificarnos con Cristo, hablarle con el corazón, presentarle nuestros anhelos más profundos para que Él se los haga saber —así podemos decir en nuestro lenguaje—, y el Padre que cuida de nosotros, que nos quiere con locura, nos atienda, ponga su mano poderosa en nuestra necesidad.

Señor, cuánta confianza inspiran tus palabras y cómo nos invitas a pedir, porque orar es pedir los valores de tu Reino, las virtudes cristianas, el conocimiento de tus enseñanzas. Orar es estar contigo, sentirte en nuestras vidas, escuchar tus palabras.


           





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