Viernes 19 Mayo
VII de Pascua
3° del salterio
He 20,17-27/Sal 67
/Jn 17,1-11a
Agustín Noveno;
Celestino V; Ivo de
Bretaña; Emiliana;
Juan de Cetina; Bta
Pina Suriano
Juan 17,1-11a
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a los que le confiaste. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he coronado la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame cerca de ti, con la gloria que yo tenía cerca de ti, antes que el mundo existiese. He manifestado tu nombre a los hombres que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado. Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos que tú me diste, y son tuyos. Sí, todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti».
Jesús nos ofrece una larga meditación teológica, antes de su pasión y muerte. Nos habla de su «hora», la hora de la muerte, de la entrega total; la «hora de la glorificación», unida a la realización de la voluntad del Padre. Jesús pide por todos nosotros, pide para que en nuestra soledad continuemos nuestro camino. Y nosotros, los que hemos unido nuestras vidas a la vida de Cristo, cruzando la frontera de nuestra pasión y muerte, seremos «glorificados» con Él. Jesús hace una síntesis de su vida y la corona con la gloria. No hay más éxito que «unirnos a Jesús» en su pasión y muerte, para resucitar con Él. La glorificación de todas las víctimas de la tierra.