VII de Pascua
3° del salterio
He 19,1-8/Sal 67/
Jn 16,29-33
S. Juan 1, m.I.
Rafaela María;
Félix de Cantando;
Erico IX; Ma Josefa;
Leonardo Murialdo
Juan 16,29-33
En aquel tiempo, dijeron los discípulos a Jesús: «Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que saliste de Dios». Les contestó Jesús: «¿Ahora creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo».
«En el momento de las dudas»
A aquellos apóstoles les pasaba lo que a nosotros: que no entendían a Jesús y sus palabras les resultaban oscuras o quizás poco comprensibles. De ahí, sus dudas y oscuridades. A los discípulos, que tuvieron el privilegio único de convivir con Jesús, se les hacía oscura la fe, les asaltaban las dudas y no siempre veían con claridad lo que debían hacer. Exactamente igual, muchas veces, nos ocurre a nosotros. Hemos de aprender lo que nos transmite Jesús para esos momentos de duda y hasta de posibles vacilaciones: primero, los cristianos nunca estamos solos; segundo, nos sostiene siempre la presencia de Jesús, que camina con nosotros, que está a nuestro lado; tercero, Dios jamás nos abandona. Como dijera el papa Juan Pablo II a los jóvenes: «Hagas lo que hagas, Dios te quiere».
Gracias, Señor, por infundirnos tu valor, para que seamos valientes y audaces en los momentos más difíciles. Gracias por saber que estás con nosotros, que estás de nuestra parte, que caminas a nuestro lado. Gracias porque serás Tú, siempre, el que nos infunda el valor necesario para ganar todas las batallas
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