Miércoles 10 Mayo
2° del salterio
He 10,25-26.34-35.
44-48/Sal 97 /1.Jn
4,7-10 / Jn 15,9-17
Juan de Ávila;
Virgen de los
Desamparados;
Damián de Molokai;
Antonino de
Florencia; Job
Hechos 10,25-26,34-35,44-48
Cuando iba a entrar Pedro, salió Cornelio a su en cuentro y se echó a sus pies a modo de homenaje pero Pedro lo alzó, diciendo: «Levántate, que so un hombre como tú». Pedro tomó la palabra y dijo «Está claro que Dios no hace distinciones; acepta a que lo teme y practica la justicia, sea de la nación qu sea». Todavía estaba hablando Pedro, cuando cayó el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban sus palabras. Al oírlos hablar en lenguas extrañas y proclamar la grandeza de Dios, los creyentes circuncisos, que habían venido con Pedro, se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se derramara también sobre los gentiles. Pedro añadió: «¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?». Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Le rogaron que se quedara unos días con ellos.
Salmo 97
El Señor revela a las naciones su salvación.
1Juan 4,7-10
Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.
Juan 15,9-17
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros».
Amor, alegría, amistad
Jesús se despide de sus discípulos, ofreciéndoles las últimas recomendaciones. Les habla del Padre que le quiere a Él y que les quiere a ellos, les cuida y les dará lo que le pidan. Insiste en el amor como argumento central, como primordial actitud, en las relaciones. El cristianismo, lo debemos aprender bien, es amor, alegría y amistad. Un Dios, Padre de ternuras y bondades, nos quiere con locura, siempre con sus brazos infinitos, abiertos de par en par, para la acogida, para el perdón, para la misericordia, para la comprensión. Desgraciadamente, en muchas ocasiones, desplazaremos el centro del evangelio hacia otras cuestiones e intereses. Desgraciadamente, volveremos a equivocarnos. Nos salva el amor de Dios. No lo olvidemos.
Señor, Tú siempre estás con nosotros, a pesar de todas las apariencias dramáticas en contra. Por eso, hemos de llamarte con frecuencia, en todo momento, en todos los problemas, en todas las encrucijadas: «Ven, Señor, te necesitamos, te esperamos. Quédate con nosotros, a nuestro lado, en nuestro corazón.
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