jueves, 1 de junio de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL MIÉRCOLES 31/05/2017


Miércoles 31 Mayo
Oficio de la s.

Dt 4,32-34.39-40 /
Sal 32 / Rom 8,14-
17 / Mt 28,16-20






Visitación de
la Virgen;

Petronila; Amelia;
Wilmar; Lupicinio;
Camila Bautista


PALABRA:
Deutoronomio 4, 32-34, 39-40
Moisés habló al pueblo, diciendo: «Pregunta, pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido, desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra: ¿hubo jamás, desde un extremo al otro del cielo, palabra tan grande como esta?; ¿se oyó cosa semejante?; ¿hay algún pueblo que haya oído, como tú has oído, la voz del Dios vivo, hablando desde el fuego, y haya sobrevivido?; ¿algún Dios intentó jamás venir a buscarse una nación entre las otras por medio de pruebas, signos prodigios y guerra, con mano fuerte y brazo poderoso, por grandes terrores, como todo lo que el Señor, vuestro Dios, hizo con vosotros en Egipto, ante vuestros ojos? Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti, y prolongues tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre».



Salmo32 
Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.






Romanos 8,14-17 
Hermanos: Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios. Habéis recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: «¡Abba!» (Padre). Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados.


Mateo 28,16-20
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del. mundo».

Dios es comunidad de amor
¡Qué difícil nos resulta a veces contemplar el misterio de la Santísima Trinidad! Y, sin embargo, podríamos centrar esa contemplación en una frase tan sencilla como cercana: «Dios es una comunidad de amor». Contemplamos a Dios como Padre; en Jesús como el Hijo, y en el Espíritu Santo. El Dios en el que creemos es ante todo Padre, que no se impone por su poder sino por su bondad amorosa. Este Padre se ha dado a conocer en su Hijo, Jesús, quien nos revela un Padre profundamente humano y cercano a todos los seres humanos. Este Dios actúa en la historia por la fuerza del Espíritu Santo. Tres Personas distintas y un solo Dios verdadero. Una comunidad de amor que se derrama continuamente, eternamente, sobre la humanidad. No son tres dioses: Dios es como la madre, Dios es como la Palabra, Dios es como el viento... Dios es como muchas cosas más: como el pastor, como el médico, como el agua, como el pan. Y todo eso lo sabemos por Jesús, el Hijo, el que conocía muy bien el corazón de Dios.



Dice el poeta: «Tu corazón se abría como una playa humilde, sin diques fabricados, y en la arena sumisa de tu carne, el mar de Dios entraba enteramente».











miércoles, 31 de mayo de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL MARTES 30/05/2017



Martes 30 Mayo
VIII del T.O.
4º del salterio
Si 51,17-27 / Sal 18
/Mc 11,27-33






S. Fernando, m.I. 

Félix; Juana de Arco; 
Bto. Otto Neururer


PALABRA:
Marcos 11,27-33
En aquel tiempo, Jesús y los discípulos volvieron a Jerusalén y, mientras paseaba por el templo, se le acercaron los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos y le preguntaron: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?». Jesús les respondió: «Os voy a hacer una pregunta y, si me contestáis, os diré con qué autofidad hago esto: El bautismo de Juan, ¿era cosa de Dios o de los hombres? Contestadme». Se pusieron a deliberar: «Si decimos que es de Dios, dirá: "¿Y por qué no le habéis creído?". Pero como digamos que es de los hombres...». (Temían a la gente, porque todo el mundo estaba convencido de que Juan era un profeta). Y respondferon a Jesús: «No sabemos». Jesús les replicó: «Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto».


La autoridad como telón de fondo
Jesús ha denunciado que han hecho del templo una cueva de bandidos. La denuncia escuece y moviliza a los fariseos. Se acercan a Jesús para preguntarle con qué autoridad formula esta acusación. Está en juego la autoridad. ¿Quién manda? ¿Quién tiene más poder? El poder obsesiona a los fariseos. Tendrían que haberse preocupado por sus conductas: por su ejemplaridad, por su honradez, por su preparación para explicar bien la Palabra de Dios, para ver si su testimonio era veraz. Pero, no. Les preocupa saber quién manda, quién tiene más poder. Buscan asegurar su propia imagen ante la opinión pública. ¡Qué pena nos da un cristianismo que da primacía al poder o a la autoridad, en vez de a sus frutos, a sus obras, a su testimonio! Miremos cada día nuestras manos y nuestro corazón para saborear, en nuestras obras, en nuestra conducta, la acción de Dios sobre cada uno de nosotros.


Debería estar claro para todos los que hemos recibido el don de la fe: el Reino no es un proyecto del hombre para el hombre, sino el proyecto de Dios revelado al hombre y que el hombre debe acoger, descubrir y realizar. Sabiendo en la fe que es el propio Dios en Cristo quien lo realiza en plenitud —hoy, mañana, más allá del tiempo—; un proyecto que coincide, aún-superándolas, con las más limpias y profundas aspiraciones del hombre.                      





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