Domingo 11 Junio
X del T.O
2° del salterio
2Cor 3,75-4,1.3-6 /
Sal 84 / Mt 5,20-26
(o bien: He 11,21b-
26; 13,1-3 /Sal 97/
Mt 10,7-13)
5. Bernabé, m.o.
M' Rosa Molas;
Adelaida; Fortunato
Mateo 5,20-26
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No matarás", y el que mate será procesado. Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano "imbécil", tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama "renegado", merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Con el que te pone pleito, procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de caminó, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto».
El trato con nuestro prójimo
«Si no sois mejores que los letrados y fariseos... —dice el Señor a sus discípulos—, no entraréis en el Reino de los cielos». Está enseñando los valores de su reino, en relación con el prójimo, partiendo del precepto general: «no matarás». Jesús aquilata al máximo esa relación con varios destellos: primero, respeto total al prójimo; segundo, no proferir palabras despectivas; tercero, eliminar enfados; cuarto, hacer brillar la bondad del corazón sobre cualquier enfrentamiento; quinto, no tener que acudir a los tribunales. Así plantea Jesucristo nuestra relación con el prójimo: apertura, acogida, respeto, tolerancia, diálogo, entendimiento. Se vislumbra en este pasaje cómo el Señor coloca en el horizonte de la humanidad el sentido fraternal de la historia.
Como Jesús, en el pozo de Sicar, también la Iglesia siente el deber de sentarse junto a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, para hacer presente al Señor en sus vidas, de modo que puedan encontrarlo (Sínodo de Obispos, 2012).