Miércoles 21 Junio
4° del salterio
Job 38,1.8-11 /Sal
106 / 2Cor 5,14-17 /
Mc 4,35-40
Luis Gonzaga;
Ramón de Roda;
Inocencio de
Mérida; Demetria;
Rodolfo
Job 38,1-8,11
El Señor habló a Job desde la tormenta: «¿Quién cerró el mar con una puerta, cuando salía impetuoso del seno materno, cuando le puse nubes por mantillas y nieblas por pañales, cuando le impuse un límite con puertas y cerrojos, y le dije: "Hasta aquí llegarás y no pasarás; aquí se romperá la arrogancia de tus
olas"?».
Salmo 106
Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Hermanos: Nos apremia el amor de Cristo, al considerar que, si unc murió por todos, todos murieron. Cristo murió por todos, para quE los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucite por ellos. Por tanto, no valoramos a nadie según la carne. Si alguna vez juzgamos a Cristo según la carne, ahora ya no. El que es dE Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo tu comenzado.
Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: «Vamos a la otra orilla». Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?». Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: «¡Silencio, cállate!». El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?». Se quedaron espantados y se decían unos a otros: «¿Pero quién es este? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!».
El enemigo mayor de la fe, suele decirse, no es el error sino el miedo. Porque el miedo paraliza la capacidad de pensar. Y, más aún, la capacidad de decir lo que pensamos. El miedo nos condena siempre a un silencio estéril que no sirve para nada. A veces, tenemos miedo de nosotros mismos, de nuestras debilidades, de nuestra falta de consistencia. En ocasiones, tenemos miedo de los demás, de su poder, de su fuerza, de sus posibilidades. Los discípulos de Jesús sienten miedo ante la tormenta, se asustan porque creen que van a sucumbir. No pasa nada. Con Jesús de la mano, siempre estamos a salvo. Él está a nuestro lado.