PALABRA: Mateo 8,23-27 En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. De pronto, se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él dormía. Se acercaron los discípulos y lo despertaron, gritándole: «¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!». Él les dijo: «¡Cobardes! ¡Qué poca fe!». Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma. Ellos se preguntaban admirados: «¿Quién es este? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!».
El miedo y la inseguridad La fe comporta siempre una buena dosis de miedo y de inseguridad. Es verdad que nos lanzamos al vacío, que llegan después mil dificultades, que nos sentimos solos, que surgen interrogantes para los que no tenemos fáciles respuestas. Aquí llega también el contraste: los miedos y las inseguridades de la vida deberán servirnos par sentir a Jesús más cerca de nosotros, para agarrarnos con más fuerza de su mano. La tempestad llega y hace zozobrar la barca. En nuestros labios colocaremos siempre una plegaria a punto: «¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!». La palabra del Señor nos infundirá ánimo, aliento y esperanza.
Señor, es bueno que nos sintamos débiles y, muchas veces, en la más completa soledad, acosados por los peligros y las dificultades se justifica que sintamos miedo. No importa. Hemos de descubrir que caminamos contigo, que estás a nuestro lado, que nunca nos dejas solos y abandonados.
Jueves 29 Junio Oficio de la s. He 12,1-11 /Sa1 33 / 2Tim 4,6-8.17-18 / Mt 16,13-19
S. Pedro y S.
Pablo, s.
Benedicta; Casio;
Siro de Génova
PALABRA: Mateo 16,13-19 En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?». Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te .digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del Reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará de atado en el cielo».
Nuestra mirada hoy al Papa Se alza hoy la silueta de edro, confesando y proclamando a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios. Con clari ad y audacia. Nuestra mirada se dirige hoy también hasta la Ciudad eterna par contemplar la figura del Papa, sucesor de Pedro, fuente de cohesión y de unidad en la Iglesia. El papa Francisco, desde el primer momento de su elección, puso de relieve lo que significa su «verdadero poder»: «poner el oído muy cerca de los sentimientos y necesidades de la humanidad», porque «el verdadero poder es el servicio. Solo el que sirve con amor sabe custodiar». Hemos de aprender bien la lección: acoger, escuchar, dialogar, comprender y enriquecer. En eso consiste la mejor comunicación: abrir de par en par nuestros brazos, especialmente a los más necesitados.
Señor, te pedimos hoy especialmente por nuestro Santo Padre el papa Francisco, obispo de Roma, sucesor de Pedro, cuya palabra y cercanía ha calado profundamente en todos los ambientes y en tantos corazones de los hombres y mujeres de buena voluntad. Que su pastoreo abra horizontes de luz a todos los pueblos.