Viernes 30 Junio
XIII del TO.
lº del salterio
Gén 19,15-29 / Sal
25 / Mt 8,23-27
Stos.
Protomártires
Romanos, m.l.
Marcial; Teobaldo;
Bto. Basilio
Velychovskyj
Mateo 8,23-27
En aquel tiempo, subió Jesús a la barca, y sus discípulos lo siguieron. De pronto, se levantó un temporal tan fuerte que la barca desaparecía entre las olas; él dormía. Se acercaron los discípulos y lo despertaron, gritándole: «¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!». Él les dijo: «¡Cobardes! ¡Qué poca fe!». Se puso en pie, increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma. Ellos se preguntaban admirados: «¿Quién es este? ¡Hasta el viento y el agua le obedecen!».
El miedo y la inseguridad
La fe comporta siempre una buena dosis de miedo y de inseguridad. Es verdad que nos lanzamos al vacío, que llegan después mil dificultades, que nos sentimos solos, que surgen interrogantes para los que no tenemos fáciles respuestas. Aquí llega también el contraste: los miedos y las inseguridades de la vida deberán servirnos par sentir a Jesús más cerca de nosotros, para agarrarnos con más fuerza de su mano. La tempestad llega y hace zozobrar la barca. En nuestros labios colocaremos siempre una plegaria a punto: «¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!». La palabra del Señor nos infundirá ánimo, aliento y esperanza.
Señor, es bueno que nos sintamos débiles y, muchas veces, en la más completa soledad, acosados por los peligros y las dificultades se justifica que sintamos miedo. No importa. Hemos de descubrir que caminamos contigo, que estás a nuestro lado, que nunca nos dejas solos y abandonados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario