Jueves 27 Julio
XVII del TO.
lº del salterio
Éx 32,15-24.30-34
/Sal 105 /Mt
13,31-35
Aurelio de Córdoba
y comp.; Cucufate;
Clemente de
Ochrida; Pantaleón
PALABRA:
Mateo 13, 33-35
En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la gente: «El Reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más altá que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas». Les dijo otra parábola: «El Reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina y basta para que todo fermente».
Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas, y sin parábolas no
les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: «Abriré miboca diciendo parábolas; anunciaré lo secreto desde la fundación
del mundo».
Pequeñas parábolas, grandes mensajes
Pequeñas parábolas, grandes mensajes. Nos hemos detenido muchas veces en este pasaje del evangelio: un grano de mostaza, algo insignificante; un poco de levadura, no más. Y basta. El reino de Dios, mientras estemos en este mundo, será una cosa insignificante. Y precisamente lo pequeño e insignificante es lo que produce plenitud. No acabamos de aceptar nuestra pequeñez:nuestra insignificancia, que, cuando acoge a Dios, escucha su Palabra y recibe sus dones, entonces se transforma por completo. Lo proclamaba aquel cursillista de Cristiandad, que había descubierto a Jesús y se había entregado a Él con ilusión: «Cristo y yo, mayoría absoluta».
Señor, desde mi pequeñez, quiero abrirme a la semilla de tu Palabra con el propósito de cultivarla, regarla y estar pendiente siempre de las dificultades y avatares que vayan surgiendo. También quiero ser levadura en la sociedad de mi tiempo, amasar afanes, fermentar proyectos y cocerlos durante todo el tiempo que haga falta.
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