Sábado 02 Julio
XIII del T.O.
la del salterio
Gén 21,5.8-20/Sal
33 / Mt 8,28-34
Ester; Oliverio
Plunkett; Atilano
Cruz; Justino
Orona; Bto. Antonio
Rosmini
Mateo 8,28-34
En aquel tiempo, llegó Jesús a la otra orilla, á la región de los gerasenos. Desde el cementerio, dos endemoniados salieron a su encuentro; eran tan furiosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino. Y le dijeron a gritos: «¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?». Una gran piara de cerdos a distancia estaba hozando. Los demonios le rogaron: «Si nos echas, mándanos a la piara». Jesús les dijo: «Id». Salieron y se metieron en los cerdos. Y la piara entera se abalanzó acantilado abajo y se ahogó en el agua. Los porquerizos huyeron al pueblo y lo contaron todo, incluyendo lo de los endemoniados. Entonces el pueblo entero salió a donde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que se marchara de su país.
El gran reto es «abandonar» el mal
El episodio ocurre en la región de Gerasa, habitada por gentes que no eran judíos y no pertenecían, por tanto, ni a la cultura ni a la religión de Israel. No importa. Primera lección: Jesús visita y convive con otros pueblos, otras culturas y otras religiones. Segunda lección: la pobre actitud de aquellas gentes, apegadas a sus cerdos, a su materialidad, pidiendo a Jesús que se marche, que les deje tranquilos, inmersos como están en las fuerzas de la violencia y de la muerte. Prefieren el mal al bien. Desgraciadamente, se repite la situación entre nosotros: nos empeñamos en vivir en la esclavitud, de tantas ofertas de mal —todos los «paraísos artificiales»—, en vez de salir de ellos y convivir fraternalmente.
La espiritualidad de la liberación nos exigirá siempre «practicar a Dios», «ir cambiando» a Dios, de conversión en conversión, de fe en fe, de amor en amor, de servicio en servicio, de esperanza en esperanza
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