XV del TO.
3a del salterio
Éx 3,13-20 /Sal 104
/ Mt 11,28-30 (o
bien: Zac 2,4-17 /
Salle 1,46-55 / Mt
12,46-50)
Na Sra. del
Carmen, m.o.
Mª Magdalena
Postel;
Mateo 11,28-30
En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Tódos necesitamos descanso
¡Con qué fuerza y, a la par, con qué serenidad resuenan las palabras de Cristo en el corazón! «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados...». Hay tres cansancios en nuestras vidas que hemos de aliviar: primero, el cansancio físico, para reparar nuestras fuerzas; segundo, el cansancio psíquico, el de los grandes interrogantes, el de las dudas, el que afecta a las. paredes del alma, el de las oscuridades más profundas; tercero, el cansancio religioso, que el papa Pío XII, hace tantos años, señalaba y calificaba como «el cansancio de los buenos». Los denominados como «buenos» también se cansan. Y en muchos tramos del camino nos entran ganas de arrojar la toalla, de apartarnos de las filas, de emprender una vida distinta, por nuestra cuenta. Jesús nos invita a descansar en su corazón, junto a Él, escuchando sus palabras de vida eterna.
Señora y Madre nuestra, Virgen del Carmen, defiéndenos contra las tempestades, a los que navegamos por los procelosos mares de la historia. Sé tú nuestro faro que alumbra en las noches oscuras y que nos sostiene en medio de los grandes temporales. Sé nuestra Estrella de la mañana.