martes, 5 de septiembre de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL LUNES 04/09/2017


Lunes 04 Septiembre
XXII del TO.
2° del salterio

Col 1,15-20/Sal 99/
Lc 5,33-39





Na Sra. de la

Consolación; Rosa 
de Viterbo; Moisés; 
Bonifacio I; Rosalía; 
Bta. Dina Belanguer

PALABRA:
Lucas 5, 33-39
En aquel tiempo, dijeron a Jesús los fariseos y los escribas: «Los discípulos de Juan ayunan a menudo oran, y los de los fariseos también; en cambio, los tuyos, a comer y a beber». Jesús les contestó: «¿Queréis que ayunen los amigos del novio mientras el novio está con ellos? Llegará el día en que se lo lleven, entonces ayunarán». Y añadió esta parábola: «Nadie recorta una pieza de un manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque se estropea el nuevo, y 1a pieza no le pega al viejo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos porque el vino nuevo revienta los odres, se derrama, y los odres se estropean. A vino nuevo, odres nuevos. Nadie que cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: "Está bueno el añejo"».

Cristo nos invita a la felicidad compartida
Cristo nos enseña que en la vida es más importante la felicidad y el disfrute compartido que la simple privación y sacrificio. Por eso, con Cristo todo es nuevo, en metáforas e imágenes atrayentes: la presencia del «novio», el «vino bueno», del que ta hermosamente nos habló Benedicto XVI, el «traje nuevo», los «odres nuevos». Todo es novedad: paisajes alentadores, promesas luminosas. La privación por la privación y el sacrificio por el sacrificio nos pueden convertir en personas rígidas e intransigentes, que se cierran al abrazo como símbolo de compartir nuestros dones, nuestras cualidades y nuestros bienes. La presencia de Dios, el trato con Él, la escucha de su Palabra, ha de llenarnos siempre de gozo y de ternura para derramarlas después, como el buen olor de Cristo, a nuestro alrededor.



Señor, frente a los placeres y goces humanos, Tú nos ofreces la nueva felicidad: la de experimentar tu amor y tu grandeza, la de recorrer tus caminos, la de sentir tu salvación en todo momento, la de sonreír con esperanza.








lunes, 4 de septiembre de 2017

CULTÍVATE CON LA PALABRA QUE ES VIDA DEL DOMINGO 03/09/2017



Domingo 03 Septiembre
XXII del T.O.
2° del salterio
Col 1,9-14 / Sal 97/
Lc 5,1-11







S. Gregorio Magno, m.o.
Marino



PALABRA:
Lucas 5,1-11
En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echad las redes para pescar». Simón contestó: «Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes». Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador». Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas; desde ahora serás pescador de hombres». Ellos sacaron las barcas a ierra y, dejándolo todo, lo siguieron.


«Rema mar adentro»
Rema mar adentro». Estas tres palabras, pronunciadas por Cristo a Pedro en el lago e Genesaret resumen la misión principal que el santo papa Juan Pablo II asignaba a a Iglesia del nuevo milenio mediante un claro programa pastoral destinado a llenar las redes apostólicas: la santidad. Estamos asistiendo a un tiempo extraordinario de gracia en el que toda la Iglesia ha sido convocada para llevar a cabo una renovada misión. Cristo nos invita a remar y Pedro confía en su palabra. Una de las grandes batallas que hemos de librar en nuestra vida se centra en una especie de dilema: o nos fiamos y confiamos en nuestras certezas humanas, científicas, experimentales y experimentadas, o nos fiamos y confiamos en la voz de Dios que susurra a nuestras conciencias libres, en la palabra de Cristo, proclamada en la liturgia de la Iglesia.


             







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