XXV del T.O.
lº del salterio
Ag 1,1-8 / Sal 149/
Lc 9,7-9
Na Sra de la Merced;
Pacífico de San
Severino; Gerardo;
Pafnucio
Lucas 9,7-9
En aquél tiempo, el virrey Herodes se enteró de lo que pasaba y no sabia a que atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado, otros que había aparecido Elías, y otros que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas. Herodes se decía: «A Juan lo mandé a decapitar yo. ¿Quién es este de quien oigo semejantes cosas?». Y tenía ganas de ver a Jesús.
Realizar nuestra misión
El texto es breve pero su mensaje profundo. Nos presenta la pregunta que traspasa las entrañas de la historia: «¿Quién es Jesús de Nazaret?». Hasta el propio Herodes se ve envuelto en la polémica, «al enterarse de lo que pasaba y no sabía a qué atenerse». Quién era Jesús? ¿Era un hombre como los demás? Y si era más que los demás, ¿podemos saber si era o no Dios?. Nosotros creemos en Jesucristo como Hijo de Dios vivo, creemos en sus palabras, que son palabras de vida eterna. Herodes no aparta a Cristo ni un ápice en el cumplimiento de su misión. La amenaza del poder no desvió a Jesús de seguir anunciando la Buena Noticia a los pobres, de curar a los enfermos, de dar de comer a los hambrientos, de traernos y presentarnos a un Dios Padre que nos ama con locura. Frente a todo tipo de amenaza, valentía y entrega generosa.
Señor, encontraremos en la vida mil dificultades y obstáculos. Y, aún más, el poder limitará en ocasiones nuestra libertad, y hasta es posible que nos veamos acosados y perseguidos. Deja en nosotros siempre aquella actitud tuya de audacia frente a Herodes, para que sigamos así realizando nuestra misión evangelizadora.