Sábado 23 Septiembre
XXV del T.O
1° del salterio
Esd 9,5-9 / Sal Tob
13,2-6/1c 9,1-6
S. Pío de
Pietrelcina, m.o.
Lino; Liberio;
Adamnán; Tecla;
Bta. Mª de Jesús
López de Rivas
Lucas 9, 1-4
En aquel tiempo, Jesús reunió a los Doce y les dio poder sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades. Luego los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles «No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja ni pan ni dinero; tampoco llevéis túnica de repuesto Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayaís de aquel sitio. Y si alguien no os recibe, al salir de aquel pueblo sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa». Ellos se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando el Evangelio y curando en todas partes
El reino es vida
Si tuviéramos que definir con una sola palabra lo que es el reino de los cielos, no tendríamos duda en escoger la palabra «vida»: «el reino es vida». Por eso, Jesús, en el envío de los Doce, les da poder y autoridad para expulsar demonios y curar enfermo o lo que es lo mismo, para remediar males y hacer más feliz a la gente. A veces, hemos podido creer que todo es cruz y que la vida hay que convertirla en cruz, con tintes de tristeza, para situarnos así en el verdadero cristianismo. El reino de los cielos nos abre a otro mundo completamente distinto: no es el mundo del dinero, ni de los poderosos medios humanos. Es el mundo de la libertad, de la humanidad de la bondad, del respeto, de la tolerancia, del cariño. Jesús nos envía para paliar el sufrimiento con entrega generosa, para sembrar la felicidad de valorar y ensalzar la dignidad de cada persona.
Alguién te dijo, Señor: en la ciudad perdida yo y tu nombre, el mundo es tan pequeño como un nido olvidado, tan triste como un pájaro sin alas ni garjeas. ¡Pero tus alas cubren su llorada miseria, mi dormida esperanza!
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